Si hay algo en lo que todos estamos de acuerdo es que la congestión en el tránsito traba la eficiencia económica, la calidad de vida, el ambiente y la movilidad de una ciudad porque le impone sobrecostos que encarecen y limitan actividades, lo que se convierte en un freno al desarrollo.
Algunos de esos sobrecostos son visibles porque se traducen en tiempo, energía, contaminación, accidentes, pérdida de productividad, pérdida de vidas y gastos médicos, entre otros. Hay otros que son menos visibles, pero están igualmente presentes como el estrés, el deterioro de la calidad de vida, el abandono de los centros históricos de las ciudades o el impacto en la migración y la sostenibilidad.
Precisamente, un reciente estudio del Banco Mundial, titulado Subamos el estándar para ciudades productivas en América Latina y el Caribe, hace un llamado a ocuparse de las ciudades porque son los motores del crecimiento y el desarrollo. La idea central es que cuanto más fácil sea el flujo de bienes, recursos y personas en las ciudades, mayor será la contribución de estas a la productividad nacional, ayudará a acelerar el crecimiento inclusivo y brindará oportunidades para todos.
De acuerdo al diagnóstico que se realiza en este estudio, las ciudades de América Latina están por debajo de la frontera global de productividad, en las grandes ciudades se observa un mayor beneficio de la habilidad y mucho menos del acceso y de otros efectos de la aglomeración como el intercambio de conocimiento, el acceso a mercados, la variedad de servicios, entre otros.
Las grandes ciudades sufren de alta densidad vehicular y las ciudades contiguas no tienen sistemas integrados de tránsito y menos aún se cuenta con un transporte público eficiente. A esto se suma el incremento del tráfico de carga por el aumento de exportaciones e importaciones que transita por puertos y aeropuertos.
Todo esto repercute en el desarrollo de la ciudad y uno de los problemas es que cuando se diseñan las estrategias para mejorar la productividad de la economía, la inversión en el tránsito no forma parte de uno de los ejes claves para apoyar la economía cambiante de las ciudades.
Por eso es tan importante tomar en cuenta los dos principios que se plantean en este estudio para subir el estándar de las ciudades: (i) generar un entorno propicio facilitando interacciones y mitigando la congestión, y (ii) mejorar la eficiencia del sistema de ciudades que no es otra cosa que las personas y recursos que se desplazan entre las ciudades a través de la forma (densidad, planeamiento, coordinación metropolitana), la habilidad (educación, retención de trabajadores calificados, eliminación de barreras a movilidad) y el acceso (redes de transporte a costos razonables).
¿Para qué subir el estándar de una ciudad?
La idea de subir el estándar de una ciudad es para generar bienestar en su gente, para que sea más justa socialmente. Para que eso pase, las decisiones que se tomen sobre ella deben generar los máximos beneficios, sobre todo cuando tienen que ver con planificar las ciudades del futuro, sus necesidades de parques, servicios públicos de asistencia, guarderías infantiles, campos deportivos, y hasta guarderías caninas para la gente que trabaja, entre otros.
A eso se refería Nick Tyler, un profesor de Ingeniería Civil del University College London, quien estuvo en Lima para participar del III Foro Internacional de Intervenciones Urbanas, organizado por el Observatorio Ciudadano “Lima Cómo Vamos” entre otras entidades, cuando decía que las personas deben ser el centro de cualquier propuesta de “ciudad”.
Para Tyler hay cuatro características que deben estar presentes en una propuesta de ciudad que gira alrededor de las personas:
- La ciudad debe ser amigable para todos.
- La ciudad debe ser del público.
- La ciudad debe ser saludable.
- La ciudad debe estar en permanente evolución.
Si se trabaja en estas dimensiones debe ser posible conseguir desarrollar ciudades más justas socialmente, donde probablemente seguirán habiendo problemas, pero la gente valorará el sentido de “sociedad” y aprenderá a cuidar de ella.
Hoy en día, los valores intrínsecos de vivir en sociedad se han perdido de la mano de los problemas de congestión, contaminación y un sistema de tránsito donde nadie gana. Todos llegamos tarde, todos nos estresamos por el desorden, todas las autoridades se atribuyen responsabilidades sobre la congestión y la inseguridad y los conductores tienen comportamientos autodestructivos en las calles.
Probablemente, todo eso inspira a este experto a pensar que la ciudad del siglo XXII será peatonal, cambiarán aún más las modalidades de trabajo y se aprovechará la tecnología informática para reducir los viajes y mejorar la calidad de vida.
En un país donde aún nos cuesta asumir que estamos en el siglo XXI que Tyler describe como el de la bicicleta, y más bien vivimos en ciudades hechas para vehículos, casi es inimaginable pensar en ciudades con mejor calidad de aire gracias a que caminamos más y conducimos menos.
Además, en las calles hay problemas de inseguridad, a veces no cuentan con vías de transporte no motorizado o estas están interrumpidas, no hay suficiente iluminación o simplemente no se respeta al peatón.
Sin embargo, este experto está convencido que hay que imaginar las ciudades del futuro sin pensar solo en los problemas que se tienen actualmente, sino haciendo un poco de prospectiva en los que habrá más adelante porque –de lo contrario- las soluciones que se conciban ahora podrían empeorarlos.
Las Elecciones Municipales y Regionales
Ad portas de la contienda electoral para elegir a las autoridades locales y regionales, vale la pena preguntarse si alguno de los candidatos tiene entre sus planes un modelo de ciudad más productiva y pensada para la gente.
Algunos podrían estar pensando que en esta coyuntura quizá lo único que se requiera es que no sea corrupto. Sin embargo, eso no sería justo. Eso debería ser una condición que dar por cumplida. Hay que aspirar a elegir autoridades que tienen planes para subir el estándar de las ciudades para hacerlas más productivas y más pensadas en el bienestar de las personas.
En las semanas que quedan para las próximas elecciones hay que poner atención sobre las propuestas electorales que ofrezcan “la personalización” en la gestión de la ciudad.
Leamos los planes de gobierno municipal de los candidatos y revisemos si han hecho un diagnóstico sobre los problemas que tiene la ciudad y nuestro distrito en particular, pero sobre todo, si saben cómo seremos en cincuenta años. Eso nos dará una pista sobre si tienen claro lo que hay que hacer para gestionar el municipio, hacer más productivas las ciudades y mejorar la vida de los ciudadanos.
Cada uno de nuestros VOTOS puede hacer la diferencia.
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