Según el informe de la FAO titulado The State of World Fisheries and Aquaculture 2018, cada día que pasa, el mundo consume más pescados procedente de la acuicultura y menos de las capturas de las pesquerías. Por ello, se estima que hacia 2030, el mayor crecimiento en la producción provendrá de la acuicultura que se espera llegue a 109 millones de toneladas para esa fecha.
En el caso de América del Sur, en particular, hay que añadir la amenaza del impacto en las capturas por la continua presencia de El Fenómeno de El Niño, especialmente para la anchoveta que es el principal insumo de cadenas productivas de alimento balanceado.
Por eso, es interesante el trabajo que viene haciendo Chile con el Lupino, más conocido como tarwi en el Perú y Bolivia o Chocho en Ecuador, con el fin de encontrar un reemplazo parcial de la harina de pescado en las dietas de los salmónidos que cultiva. Y todo parece indicar que sus esfuerzos están dando resultados y ya empezaron a reemplazar un porcentaje de harina de pescado con Lupino en la dieta de sus peces, gracias a que han logrado adaptar la variedad adecuada al clima del país, y esta tiene un coeficiente adecuado de digestabilidad y de composición de ácidos grasos musculares que son claves para el crecimiento y la calidad de la carne de los peces.
¿Cómo hace un país para desarrollar un cultivo que genera eslabonamientos con otras cadenas productivas?
En las próximas líneas, vamos a hacer un recorrido sumarísimo con fines ilustrativos sobre algunas lecciones que podemos extraer de la experiencia del país vecino para desarrollar el cultivo de Lupino, frente a la amenaza real de la reducción de sus capturas de pescado. Como se podrá apreciar, la estrategia que ha seguido ese país se basa en la investigación, en optimizar la productividad, la promoción de la articulación productiva, el fortalecimiento de acuerdos con empresarios para cumplir estándares y facilitar el acceso al financiamiento.
¿Qué hicieron?
Todos saben que Chile es un país que tiene una larga tradición en el desarrollo de su economía a partir del impulso estratégico de ciertos cluster: el del cobre, el vitivinícola, el de la fruta y por supuesto el del salmón. Precisamente, alrededor de este último es que desde hace poco más de una década viene impulsando una estrategia para unir la acuicultura con la agricultura para que la producción de Lupino con alto contenido proteico atienda la demanda de la industria de alimentos balanceados y que ésta a su vez, sirva las necesidades del cluster del salmón.
Por ello, el Estado a la luz de la amenaza real de la escasez de proteína animal para uno de sus cluster más importantes no dudó en diseñar una estrategia que incluyó:
No aferrarse a la variedad nativa
El Lupino, pertenece a la familia de Leguminoseae, tiene cuatro especies que se cultivan en el mundo. En la zona de los Andes crece el Lupino Mutabilis Sweet o también conocido como Lupino Andino y que fue la base de la alimentación precolombina. Sin embargo, Chile ha introducido en su suelo las otras tres variedades que son de origen Mediterráneo: Lupinus Albus (blanco), Lupinus Angustifolius (australiano o de hoja angosta) y Lupinus Luteus (amarillo).
Y este pequeño detalle es importante porque el principal productor mundial de Lupino es Australia, donde se cultiva el Lupinus Angustifolius y lo orienta principalmente a la elaboración de concentrados alimenticios para ganado, peces y aves.
Apostar por la investigación
Chile se enfocó en la investigación para la innovación, usando herramientas genómicas para obtener nuevas variedades de Lupino con el fin de hacerlas atractivas frente a otros cultivos que pudieran interesar a los productores. Los resultados han sido que en menos de diez años han obtenido tres nuevas variedades, de las cuales no todas se orientan a la producción de alimento balanceado.
- Boroa-INIA, variedad amarga lanzada en el 2006 que alcanza pesos medios de grano entre 580 y 630 mg, que es el que se exporta a Europa.
- Aluprot-CGNA, obtenida en el 2013 por el Centro de Genómica Nutricional Agroacuícola (CGNA) y posee un 60% de proteínas en grano descascarado. Tiene un potencial para producir entorno a los 2900 kg de proteína/ha (con un rendimiento potencial de 60 qqm/ha), y rota bien con cultivos tradicionales.
- Alboroto-INIA, obtenida en 2014 por el INIA, con contenido de proteína que supera el 40% en el grano entero, alta productividad y resistencia a la antracnosis.
Impulsar la asociatividad y el ingreso de actores de mayor tamaño
El cultivo de Lupino siempre ha estado en manos de la pequeña agricultura en Chile, pero el negocio del alimento balanceado no puede depender de una agricultura fragmentada. Por ello, el Estado ha impulsado la asociatividad de las familias agrícolas dedicadas al Lupino y ha fomentado el ingreso de actores de mayor tamaño para poder atender la demanda del mercado. Los últimos datos sobre superficie sembrada ponen en evidencia que las unidades dedicadas al Lupino australiano y dulce, que son las que se orientan a la industria de alimento balanceado, tienden a ser más grandes y están concentradas en la región IX de la Araucanía.
Promover la integración de la cadena
La articulación es necesaria no solo entre pequeñas unidades sino también entre empresas y cooperativas. En 2013, surgió el primer spin-off (mecanismo para llevar a la práctica empresarial un proyecto de investigación) de la mano del Centro de Genómica Nutricioanal Agroacuícola (CGNA) con cinco cooperativas para producir, transformar y vender la variedad que habían creado: el Aluprot-CGNA.
Desarrollar una plataforma de agregación de valor del Lupino
La Comisión nacional de Investigación Científica y Tecnológica de Chile (CONICYT), promueve plataformas de trabajo conjunto entre la academia y las cooperativas para la agregación de valor al Lupino que luego pueda ser transferido. El propio CGNA ha elaborado un premix hecho de extractos de Lupino y lino para elaborar panes y prototipos de leche, mayonesas, pan y otros a partir de la variedad desarrollada.
Apoyar financieramente
Finalmente, y no menos importante, el Lupino es un cultivo que está recibiendo apoyo financiero de diversas entidades, tanto chilenas como extranjeras. Incluso el Fondo Multilateral de Inversiones (FOMIN) ha dado un aporte para expandir la siembra del AluProt –CGNA para cooperativas Mapuche de La Araucanía, con el fin que hacia 2020 tengan autonomía económica y productiva propia.
En nuestro país, el tarwi es un grano andino poco consumido y valorado, a pesar del papel que podría jugar en la alimentación humana y animal y por su resiliencia al cambio climático, dada su capacidad de añadir nitrógeno a suelos poco fértiles, lo cual lo convierte en una alternativa ideal en periodos de descanso de los suelos.
Tampoco tenemos estrategias para mirar las otras perspectivas que podría tener su eslabonamiento con otras industrias.
Lo interesante del caso que se ha analizado es que ilustra el rol facilitador y promotor que puede tener el Estado para estar un paso adelante de aquello que amenaza a los sectores productivos que dan dinamismo a su economía.
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