TENGO UNA QUEJA

Debora Delgado

¿Vulnerables en el trabajo?

¿Vulnerables en el trabajo? Sí, señor

 

Si hay una palabra gatilladora en el trabajo (además de conflicto) es la vulnerabilidad. Especialmente en un entorno como el nuestro, la vulnerabilidad se asocia con debilidad, con ser muy “emocionales” o hasta inestables. Una pregunta que me rondaba hace algún tiempo es realmente qué es la vulnerabilidad y si trae beneficios tangibles en incentivarla en un ambiente de trabajo.

 

Según la investigadora social Brené Brown, la vulnerabilidad es una fuerza que se encuentra en cada uno de nosotros, que no tiene como objetivo señalarnos nuestras carencias, sino más bien, ayudarnos a reconocer con coraje quiénes somos realmente y la necesidad que tenemos de los demás.

 

Algo curioso es que la definición psicológica de la vulnerabilidad es incertidumbre, riesgo y exposición emocional. Por más que es natural en nosotros huir a ello, consideremos que estas cualidades también definen a la valentía. Entonces, asociar el ser vulnerable a ser débil es una trampa mental que debemos de erradicar. No se trata de hacer un riesgo calculado, sino de tener el valor de intentarlo aún cuando no podemos controlar el resultado.

 

Entonces, ¿por qué incentivar la vulnerabilidad? Es el primer paso en la resolución de problemas y conflictos laborales. Una de las principales barreras que se erigen es dar por sentado que una determinada situación es así porque sí o porque las personas en cargos de autoridad piensan o son de determinada manera. Luego, les atribuimos características y nos volvemos casi incapaces de cambiar de opinión. Esta opinión la comunicamos a algunos compañeros como certeza y así empiezan los rumores, la enemistad con el jefe y una bola de nieve que poco a poco se va integrando a la cultura de la empresa.

 

Si como colaborador o jefe, te sientes identificado, lo más importante es saber y reconocer que siempre tenemos un rol en el cambio que queremos ver. El verdadero reto es la consistencia porque los cambios no se ven de un día a otro y eso suele desmotivar.

 

A continuación, te explico los principales beneficios de incentivar la vulnerabilidad en el trabajo:

 

1)Facilita la conexión: en la mayoría de entornos laborales vivimos desconectados, en especial del propósito de la empresa y del propósito personal que nos llevó ahí. Y no tiene que ser tu trabajo soñado o el equipo estelar. Muchas veces no vemos lo poderoso que es reconocer que algunos retos son similares y que se puede llegar a soluciones cuando se puede reconocer que se necesita ayuda. Por el contrario, de alguna manera esperamos que los demás tengan sentido común o reaccionen como lo haríamos nosotros. Al no recibir esos resultados es que nos decepcionamos y perdemos cualquier oportunidad de conexión.

 

2)Celebra las diferencias: por más que es sencillo conectar con personas que vienen de entornos similares o que comparten nuestras opiniones, el crecimiento está en la diversidad, en los retos en salir de situaciones cómodas. Cuando ahondamos en opiniones, nos disponemos a escuchar basándonos en la curiosidad, es que podemos encontrar nuevas vías o al menos saber de dónde vienen y qué los hacer ser, pensar y sentir así. Sin vulnerabilidad, nada de eso es posible.

 

3)Provee seguridad psicológica: los dos puntos anteriores nos traen a este. No puede existir vulnerabilidad si no hay un ambiente seguro para “ser”. Si vivimos atormentados porque sentimos que compartimos de más o porque pensamos que vamos a ser permanentemente juzgados o porque a nadie realmente le importa nuestra opinión, significa que no estamos en un ambiente psicológicamente seguro. Allí no existe la autonomía, la creatividad, solución de problemas, etc. Y no es ser idealista. Posiblemente explorar este aspecto también ayude a entender por qué no se llegan a las metas o por qué se presentan las situaciones que más queremos evitar.

 

¿Y cuál sería el primer paso para empezar?

 

Elegir un pequeño cambio y ser consistentes en ello. Ya sea tener una reunión en la que se comparta con honestidad una situación difícil y pedir una acción y hacerle seguimiento constante o pedir feedback grupal y no reaccionar si escuchamos algo que no nos gusta o hiere. Los cambios que queremos en nuestros jefes o en nuestros equipos empiezan en nosotros mismos. Entonces, empecemos por la valentía de ir sin la certeza de un resultado seguro.

 

No es mi intención ofrecer una cura milagrosa. Sin embargo, les comparto la situación que me trajo al tema de hoy.

 

Estuve trabajando unos meses con una empresa donde el dueño argumentaba que el problema principal que tenía era que sus líderes de equipo no se llevaban bien porque eran muy jóvenes y de personalidades muy distintas. Él buscaba una solución, mas no quería involucrarse mucho en el proceso.

 

Como suele suceder, en las sesiones de diagnóstico surgieron temas muy distintos y lo que todos percibían eran síntomas. La raíz estaba centralizada en un jefe que no estaba en la capacidad de brindar el soporte y tiempo necesario para que el equipo avance y ellos se veían en la necesidad de ir por su cuenta y aplicar la ley del más fuerte.

 

En las primeras conversaciones, uno diría que a nadie le importaba mucho la situación, que ya estaba asumida como tal. Cada uno, en su opinión, daba más que el resto, muchas veces a costa de su salud y paz mental. A su vez, todos asumían que los demás no hacían lo mínimo indispensable.

 

Lo que nadie esperaba era que empezara con honestidad radical, compartir mis preocupaciones y decir que no venía a ofrecer soluciones, solo a exponer lo que veía y que los avances dependían de ellos.

 

Entre avances, estancamiento y uno que otro retraso, salió un punto clave: todos trabajan más de lo debido pero no en lo que realmente aportaba valor. En el fondo, todos buscaban algún tipo de conexión, buscaban reconocimiento de su jefe y de sus pares y necesitaban saber que no eran indispensables y que dejar el trabajo si ya no funcionaba también era una opción. Soltar esta última creencia, que el trabajo no se cae si uno no está, abrió un pequeño espacio a aceptar y comprometerse a mejoras.

 

Los vi luego de algunas semanas y no voy a decir que todo está bien. Lo que sí, se siente un ambiente más ligero, han empezado a hacer pequeñas acciones que ayudan a los demás y las reuniones de seguimiento son más rápidas y menos enfocadas en lo que las otras áreas están haciendo mal. El reto está, como en todo, en sostener los cambios en el tiempo y no dejarlos de lado cuando todo se siente mejor.

 

Curiosamente, o quizá no tanto, los gatilladores principales de conflictos en el trabajo, también son el camino directo a mejores relaciones en el trabajo, sensación de seguridad y hasta valentía para reconocer cuándo es momento de dar un paso al costado e ir en busca de nuevos retos.

 

Finalmente, como dice Brené Brown: “Para formar parte de algo primero tienes que formar parte de ti.” Bienvenida, vulnerabilidad.

 

Hasta una próxima,

 

Debora

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