VITAMINA ESG

Sheila La Serna

Sobre haters ESG, política y el Gran Gatsby

 

Después que lean este blog ¿tendremos menos haters ESG?  En mi entrega anterior comentábamos lo presente que está ESG en las discusiones corporativas, pero, claro, que eso no impedía que se den controversias en torno al tema. De hecho, en estos días, hay un poco de ruido anti-ESG, y según lo que sugiere el New York Times, definiendo agendas políticas en Estados Unidos. ¿Cómo así?

El bloque Republicano del Senado norteamericano con el apoyo de dos miembros del bloque Demócrata (quienes están candidateando para ser reelegidos en sus respectivos Estados con apoyo de los gremios vinculados a combustibles fósiles), hace unos días votaron en contra de una ley federal del Department of Labor (DoL) de Noviembre 2022 que, a decir de sus detractores, permitiría a ciertos gestores de activos incluir aspectos ESG “con mayor flexibilidad” en sus planes de inversiones. Esta aprobación – al igual que la aprobación en la Cámara de Representantes – se dio con mayoría simple (en el primer caso, 50/46), Sin embargo, se espera que el Presidente Biden vete esta decisión. Para dejar sin efecto ese veto del Presidente se requieren 2/3 de cada una de las instancias comentadas (Senado y Cámara de Representantes), lo cual difícilmente ocurrirá. Más allá de la movida política sugerida por algunos medios, el sector anti-ESG pone sobre el tapete algunas críticas al “movimiento de inversiones ESG” que vale la pena abordar.

Una preocupación detrás de la inversión ESG es que con ella se sacrifiquen retornos financieros, o se asuman mayores costos (mayor investigación y monitoreo) o se tomen riesgos adicionales sólo para promover aspectos no financieros (ambientales, sociales y de gobernanza- ESG). Para este sector anti-ESG, la ley del DoL emitida durante la administración del Presidente Biden (que el Senado pretende bloquear según comenté más arriba) favorecía la inversión ESG por parte de gestores de fondos de terceros, mientras que la ley previa, emitida durante la administración Trump, la desincentivaba y más bien priorizaba la obtención de retornos financieros.

Sin embargo, este análisis maniqueísta se basaría en los textos preliminares puestos a discusión y no en los textos finales de dichas leyes, según Max Schanzenback y Robert Sitkoff (Harvard Law School, Febrero 2023 – ESG Investing After the DOL Rule on Prudence and Loyalty in Selecting Plan Investments and Excersing Shareholders Rights).  Para estos autores, ambas leyes (la Ley Biden y la Ley Trump) requieren que los gestores que manejan fondos de terceros (responsables fiduciarios) adopten decisiones de inversión basados en factores que “razonablemente determinen relevantes para un análisis riesgo / retorno, y no otros factores como beneficios colaterales para terceras partes”.  Con ello, estos autores se muestran proclives a la posibilidad que estos gestores realicen inversiones ESG con un adecuado balance entre riesgo y retorno, sin que la inversión en activos ESG se considere obligatoria.   Para ello, de acuerdo con los principios de un inversionista prudente, éste debe primero analizar las necesidades de diversificación y liquidez, considerar la sensibilidad al costo y considerar una serie de alternativas de inversión.

Si bien en los orígenes de la inversión ESG se buscaba promoverlas por factores éticos o morales, su objetivo no es necesariamente ése, y queda claro que para quienes gestionan recursos de terceros, la prioridad debe ser maximizar los retornos de tales terceros. Esto, entonces, no implicaría prescindir del análisis ESG en las estrategias de inversión: El hecho que una empresa trate mal a sus trabajadores generando alta rotación y falta de competitividad es un factor social (S) que puede tener implicancias financieras y en el valor de la empresa (riesgo regulatorio, riesgo de litigios; y por ende, pérdida de ingresos y de rentabilidad).  En tal sentido puede ser considerado relevante.

Asimismo, existe evidencia sobre correlación positiva entre ESG y el performance financiero y de la menor correlación negativa entre ellos (Ver abajo el Cuadro 1) basado en una investigación realizada por Gunnar Friede, Timo Busch & Alexander Bassen (2015) a más de 2,200 estudios realizados desde 1970 a 2014 que también tratan este tema. Lo cierto es que el año 2022 ha sido muy duro para los mercados financieros en general, incluido el de inversiones ESG.  Post pandemia, en un entorno de alta inflación, volatilidad de los mercados, guerra con Ucrania y demás conflictos geopolíticos, el desempeño de 8 de los más grandes fondos ESG en Estados Unidos fue algo menor al del Índice S&P 500, según Bloomberg (Diciembre 2022). Este índice agrupa a las 500 empresas de mayor capitalización bursátil de Estados Unidos y puede ser considerado como un indicador importante de la economía americana. Caldo de cultivo para la crítica anti-ESG.  Más allá de estos temas coyunturales, es importante evaluar la tendencia positiva de los retornos de las inversiones ESG en mayores horizontes de tiempo, en el largo plazo, y ver como éstas puede ser “resilientes” frente a las diversas crisis financieras u otras que enfrentamos.

Cuadro 1: ESG y Desempeño Financiero

Fuente: S&P Global (2019)

Otras críticas a la inversión ESG están referidas a que se usa el término indistintamente para hablar de muchas cosas parecidas dependiendo de quien lo usa y para que lo usa. ESG no necesariamente es invertir en activos con impacto positivo en el mundo. Recordemos que por “ESG” nos referimos principalmente a los criterios ambientales, sociales y de gobernanza que incorporan los inversionistas en sus estrategias de inversión en adición a los factores tradicionales financieros.

Para ello, se pueden utilizar varias metodologías. Desde el negative screening mediante el cual se busca excluir completamente inversiones (osea NO invertir, desinvertir) en industrias que no son “ESG-friendly” como pornografía o armas (o  de pronto, limitar el porcentaje de inversiones en ciertas industrias); el screening best in class bajo el cual se busca invertir en empresas que son first – movers (pioneras) o líderes en temas ESG en su industria (en buen cristiano, las que tienen mejor performance versus sus competidores); inversión temática, que implicaría hacer inversiones con impacto positivo como sería invertir en una empresa con baja emisión de carbono o en una empresa que brinda soluciones de agua y desagüe a poblaciones poco favorecidas (esto si es lo más parecido a hacer el bien), entre otras. Todo esto puede ser ESG, pero cada estrategia es diferente. De lejos la estrategia con mayor crecimiento (143%) desde el 2016 hasta el 2020, según el Global Sustainable Investment Review (2020), fue la de integración ESG, que significa evaluar cómo una empresa gestiona sus aspectos ESG ya que pueden tener impacto en su desempeño financiero de largo de plazo. Por dar un ejemplo, según información pública de Moneda Asset Management, gestor de fondos latinoamericano, para realizar integración ESG, analiza cuestionarios de las empresas en las que invierte y además usa proveedores de data para compararlas con otras empresas similares; y le otorga un “peso” específico a cada aspecto consultado en ESG. De esta manera los factores ESG forman parte del sustento técnico que luego integrará al análisis financiero tradicional.

Otro riesgo a la que se enfrenta la credibilidad del mercado de inversiones ESG es el Greenwashing. Greenwashing es mentir, no cumplir una promesa:  cuando una empresa dice que es sostenible pero no lo es. Por ello, algunos países ya se están preocupando por definir legalmente qué significa “sostenible” y han emitido Taxonomías para ello, como la Unión Europea. Si se trata de etiquetas ESG, como indica Steven Desmyter (“What is Fat Free ESG?”) es muy pertinente la parábola del montón de Eubulides de Mileto: ¿En qué momento un montón de arena deja de serlo?  Si saco uno, dos o tres granos, no deja de ser un montón de arena. ¿Qué tal si saco 100 granos?  Lo mismo puede aplicar a una inversión ESG, por lo que al final del día necesitaremos algo así como octógonos de Alto en Azúcar o Alto en Grasas Saturadas …..o de ESG!!!!

Y para analizar factores ESG, se necesita data ESG. Esta data ESG se extrae de reportes públicos que emiten las empresas. En Perú, las empresas que cuentan con valores inscritos en el Registro Público del Mercado de Valores por esta época del año reportan como parte de su Memoria Anual, el Reporte de Gobierno Corporativo y el Reporte de Sostenibilidad Corporativa ante la Superintendencia de Mercado de Valores. Y de hecho que siempre es un reto lograr que se reporte información completa, comparable y relevante. Por ello, se necesita cierta regulación mínima sobre cómo se divulgan los aspectos ESG.  Actualmente hay varios estándares de divulgación: Sustainability Accounting Standards (SASB) que identifica métricas ESG relevantes para 77 sectores/subsectores, el Global Reporting Initiative (GRI) que es una de las más utilizadas, cuenta con 140 indicadores ESG en sectores industriales a partir de qué tan relevantes son para sus grupos de interés, la Task Force on Climate Related Financial Disclosures (TCFD)  que busca aumentar transparencia en reporte de portafolios de acuerdo a escenarios de riesgo financieros asociados a clima y recientemente el International Sustainability Board (ISSB), el cual ha emitido algunos estándares para que sirvan de línea base para que los inversionistas y otros participantes el mercado puedan acceder a información consistente sobre la sostenibilidad de empresas. Ya en algunos países estos estándares se están volviendo obligatorios para las entidades financieras más grandes como en el Reino Unido, por dar un ejemplo.

Finalmente, se dice que no existe correlación entre los proveedores de rating ESG. Estas empresas – en palabras de Aswath Damodaran, profesor de la Escuela de Negocios de New York University - intentan medir la “bondad” con la que actúan las compañías en base a prácticas ESG que puedan ser financieramente relevantes, lo cual de por si es complejo. Complejo porque los eventos ESG no siempre son fácilmente observables y sus implicancias financieras varían en el tiempo y espacio. Estas empresas de rating evalúan los riesgos y prácticas ESG en diversas empresas y lo hacen bajo diferentes metodologías y utilizando sets de data distinta, más o menos antigua. El Massachusetts Institute of Technology (MIT) encontró que la correlación entre 6 proveedores de rating ESG como MSCI, Moody’s and Refinitiv, fue de 0.61 (donde 1.00 representa la correlación perfecta y -1.00 perfecta correlación negativa), es decir, debió ser más cercana a 1.

Si llegaste hasta aquí es porque realmente te pareció interesante el tema, disculpar el tecnicismo. Lo más importante es conocer sobre las motivaciones y posibles explicaciones de los ruidos anti-ESG, y claro, comprender que el mercado está confiando paulatinamente en este esquema de inversión, aprendiendo sobre sus riesgos y oportunidades.  Y así me despido con una frase de Scott Fitzgerald en el Gran Gatsby allá por 1925, “la prueba de una inteligencia superior es la capacidad para conservar dos ideas opuestas en la mente al mismo tiempo, y aun así mantener la capacidad de funcionar”.  Para el tema que nos convoca, las ideas aparentemente opuestas que el mercado espera puedan funcionar muy bien juntas serían rentabilidad y ESG.

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