En Lejos del paraíso (2002), un matrimonio modelo, integrado por una comprometida ama de casa y su trabajador esposo, empieza a desmoronarse cuando ella descubre que él tiene una relación afectiva con otro hombre. Ante los ojos y oídos del acomodado vecindario que integra la pareja, el alboroto será mayor a razón del romance que la mujer iniciará con un joven jardinero afroamericano: un pañuelo de lágrimas inconcebible para una sociedad clasista y racista. Todo lo que la película plantea al inicio como una idílica aspiración conyugal en realidad es una tenue capa que cubre fantasmas emocionales y frustraciones a punto de estallar.
Todd Haynes, director del citado filme, es un experto constructor de mundos de apariencias que se desbarrancan sin remedio. Su última película, Secretos de un escándalo, se inspira en el caso real de Mary Kay Letourneau, mujer que se enamoró de un niño de doce años, al que llevaba 23, y con el que tuvo dos hijos. Además, pasó una temporada en la cárcel acusada de abuso sexual en perjuicio del padre de sus criaturas. En la película, la cuestionada dama recibe el nombre de Gracie Atherton y está interpretada por Julianne Moore (siempre espléndida), pero el enfoque argumental de Haynes pasa por la perspectiva de Elizabeth Berry (Natalie Portman), actriz que interpretará en una película a la propia Gracie para contar su vida 20 años después del sonado follón.
Secretos de un escándalo es metacine. Haynes analiza los vericuetos de la actuación y lo que significa ponerse en la piel del otro. En este caso, de la otra. Elizabeth no solo debe convivir con Gracie para explorar y entender su mundo familiar, también se entrega a la tarea de desentrañar su compleja psicología. En el interín, descubrirá que tiene más cosas en común de las que cree con su imitada musa. Haynes, a través de Elizabeth, devela la alteración de conductas que sufre una artista al momento de encarnar un papel en circunstancias apremiantes. Portman sobresale en el trabajo encomendado y se enfrasca en un episódico y tenso duelo actoral con Moore. En ambas se sostiene gran parte del valor de la cinta.
Secretos de un escándalo se asocia a Lejos del paraíso en un sentido misterioso y melodramático gracias a que el director proporciona señales para manifestar que nada de lo que vemos es tan perfecto como parece. El hallazgo de las fracturas emocionales en sus personajes son golpes que modifican sus naturalezas de acuerdo a las circunstancias difusas por las que transitan. De esta manera, Haynes juega, simultáneamente, a destapar comportamientos, unos dentro de otros, cual matrioska, y hace que tanto Gracie como Elizabeth se observen en los espejos de sus miedos interiores. El realizador emplea a fondo el ritmo y la estética de los telefilmes cercanos a los culebrones donde el apartado sonoro marca el compás de la intensidad dramatúrgica.
Por más que Haynes se empeñe en negar que con su película no ha tenido la intención directa de criticar las trivialidades propias del sensacionalismo, se exhiben momentos donde el morbo obra desde una óptica juzgadora. Si bien nadie reprocha algo a Gracie, en palabras y acciones de Elizabeth vamos acercándonos a los detalles del escándalo original. Así la actriz satisface su experiencia profesional y su deseo por conocer las motivaciones íntimas que tiene una mujer al enrollarse con un menor de edad. Haynes mira a través de lo prohibido para decirnos que todos juzgan, pero que nadie se toma la molestia de entender el fondo del asunto.
Secretos de un escándalo es el reflejo de la perspicaz mirada de un realizador maduro de buen pulso narrativo.
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