Los domingos en la noche suelo decaer en ánimo. En esa relación perversa con los dominicales, respiro y suspiro. La política está mostrando lo peor de la especie humana aquí en nuestro amado país.
La cosa no cambia mucho en la semana. Personajes que, gracias a la prohibición de reelección, por ejemplo, son “nuevos”, pero terminan actuando como los de antes. Deberíamos agradecer acaso que los políticos anteriores y los antiguos eran más elegantes y discretos. Tiempos aquellos, políticos los de antes que no nos hacían sentir tanto que la corrupción roba.
Luego llegamos a tiempos más modernos en el que un miserable caso Vacunagate empezó a tocar nuestras fibras más sensibles ¿Es posible caer tan bajo para aprovecharse de una posición de poder en beneficio propio? Siempre es posible. Y claro la sostenida y triste regla general termina dándonos en el tímpano cuando un candidato a gobernador regional de bajas intenciones termina confesando lo que para todos los ciudadanos es harto conocido: la política se usa para beneficio de acumular más poder o riqueza.
Todos lo sabíamos y a nadie parece sorprenderle. No obstante, ofende tanto cinismo disfrazado de honestidad brutal que termina con esa frase tan patética y mediocre: “así es la política”. La explicación de todo estaba ahí. Si así es la política, pues votemos por los que representan de mejor manera esa forma de actuar. La política se ha vuelto de esta manera en el concurso de lo fatuo, del engaño, de la desvergüenza, de lo mediocre, de lo violento. Eso justifica la regla.
Como evidentemente no puede caerse más bajo -o tal vez sí- lo único que resta es cambiar el ciclo. Para ello debemos de tomar consciencia de lo sucedido, sentir la pobreza de millones de personas que siguen hundiéndose, conmoverse con la anulación del futuro de otros millones de niños, con la injusticia, en fin, palpar nuestra realidad y llegar a la conclusión, ineludible e impostergable, de que esto no puede continuar.
Viene la necesidad de la real política; aquella que necesitan las personas para tener tranquilidad y desarrollar sus proyectos de vida en libertad. Una política no protagónica, argollera y cínica, porque eso no es política es simplemente corrupción. Es tiempo de la política que privilegia las reformas necesarias -por ejemplo, del sistema de justicia -, la política que no vive del rating o en la encuestocracia. Esa política que hace lo que tiene que hacer porque es lo debido y no porque requiere más y más aplausos.
Empecemos esto. Nuestro país no puede esperar más. Siento, como todos, la impotencia de las personas y estoy convencido de esa poderosa razón suficiente para buscar un cambio. Votemos, que ahí está nuestro primer poder. Jubilemos a la política a la que nos tienen acostumbrados. No miremos las mayorías, porque finalmente las mayorías están hechas de individuos. Levantemos el corazón, la mente y el espíritu. Es lo correcto.
Lima, 19 de septiembre de 2022
Eduardo Herrera Velarde.
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