He viajado recientemente por distintos lugares del país intentando, con el equipo de Kuskachay, difundir nuestras investigaciones respecto a candidatos a nivel regional, provincial y distrital. Doce ciudades, muchas experiencias.
Lo primero que me llamó la atención, antes de comenzar los viajes, fue la expresión cínica de un propietario de un medio regional. Luego de la presentación del proyecto, tomó la palabra para sostener lo que nunca hubiese querido escuchar: “muy bueno el proyecto, pero los candidatos nos pagan para difundir sus campañas, entonces ¿cómo haríamos?”. Pese a que ese no era un buen augurio, en mi última entrevista -cerrando la gira en Cajamarca- noté que existe prensa libre y sincera, incluso mucho más de la que ese “empresario” me anunciaba. Se nota cuando alguien tiene interés de informar, cuando existe vocación y cuando a otros, la minoría, solo los impulsa el lucro.
El dinero se ha convertido en un factor preponderante en la política nacional, pervirtiendo la misma hasta el punto de convertirla brutalmente en una compra descarada del voto. Este domingo millones de peruanos irán a votar con el estómago vacío mientras que otros miserables buscarán ser alzados en andas por esos olvidados que hoy son centro de sus caricias y halagos. Una nueva forma de dictadura se ha instalado. La dictadura del engaño. Te compro el voto prometiéndote algo, para luego traicionarte quedándome con tu dinero. Por eso la esperanza empieza a perderse. De ahí no más llega el resentimiento y el deseo de venganza.
Lógicamente, y debo de aclararlo, el dinero es importante. Sin eso las campañas son un concurso de entusiasmo que flaqueará, muy probablemente, en el camino. Aún así no podemos perder de vista que lo accesorio no puede ser nunca lo principal.
Viene con ello mi pregunta, lanzada con la ingenuidad de solo formularla, sabiendo la respuesta que muchos me gritarán: ¿por qué tanto interés en postular?
La apatía, que sube de revoluciones, se convierte en ira y así fuimos destinatarios durante los viajes del reclamo popular: ¿por qué llegan tan tarde a nuestra ciudad? ¿por qué no hay más información? ¿qué hacemos si es lo que hay?
Lejos de responder con la misma actitud agresiva, cambiando de frecuencia en el estilo, me inclino a pensar que debemos dejar el diagnostico obvio (la política está jodida). Es nuestra responsabilidad cambiarla porque nosotros los permitimos. No fuimos engañados o sorprendidos. No somos los “buenos” los que debemos de entrar. Permitimos que la conducta de corrupción impere como regla general. Si el restaurante te ofrece un menú asqueroso, no tienes que comerlo, puedes pedir un cambio. Tragar el inmundo plato escogido es validar y aceptar el menú que luego críticas y pagas.
Es crucial cambiar el ciclo y para ello tenemos que atrevernos en algunas cosas como no tolerar al “menos malo”, dejar de imaginar que todos actúan mal y que tienes que escoger entre el más conocido, el más patán, el más chistoso o el que te sugieren algunos “líderes” de opinión (porque hay personas que tienen su “escogido” y te dirán muy sutilmente quién es la “esperanza” por descarte obviamente). Votemos por quién llene plenamente nuestras expectativas o esté muy cerca al menos de hacerlo. Hagámonos dueños y responsables de nuestros votos (actos) y si no existen las opciones, castiga, protesta, dentro del marco de la ley (sí se puede). No al voto mediocre.
Dicen que la esperanza es lo último que se pierde, doy fe de eso. Miramos todos los días de que esto se torna insostenible. Quejarnos, lamentarnos, llorar, ya pasó. Es momento de actuar como mayores de edad, personas responsables y conscientes. Nuestros hijos, los que vienen, nos están mirando. Hablemos con nuestros actos que, viniendo de una claridad de mente, no serán los mismos de aquellos que nos repiten “hechos y no palabras”. Demos esperanza, para variar.
Lima, 28 de septiembre de 2022
Eduardo Herrera Velarde.
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