Béla Tarr, el director húngaro más influyente de los últimos tiempos y una de las figuras con mayor prestigio del cine europeo -en ocasiones comparado con Andréi Tarkovski e Ingmar Bergman- estuvo en Lima como invitado central del IX Festival de Cine de Europa Central y Oriental: Al Este de Lima.
El realizador de 62 años habla pausadamente en un inglés del que elige con cuidado las palabras precisas para hacerse entender. Su figura es frágil, aunque su mirada intimida. Sin embargo, conforme avanza la conversación, el autor de la aclamada El caballo de Turín (2009) se muestra como alguien agradable que posee un fino sentido del humor, lo que ayudó a que el tiempo establecido por la organización para hacer la entrevista se duplique. El cineasta que en 1994 filmó la monumental Sátántangó -película que tiene una duración de siete horas y doce minutos- conversó con El cine es un espejo y explicó cuáles son las nuevas motivaciones que tiene tras su alejamiento de la actividad cinematográfica.
¿Cuál ha sido la importancia que le ha dado al tiempo en el desarrollo de sus películas teniendo en cuenta la utilización de largos planos secuencia y el empleo de los espacios con recorridos no convencionales?
Nuestra vida pasa por las dimensiones del espacio y del tiempo. Si tú quieres mostrar la totalidad de la vida no puedes ignorar, sobre todo, al tiempo. El problema es que cada día tenemos menos tiempo. De alguna manera nuestra vida, a pesar que creemos que tenemos una rutina cada día, va cambiando; porque a cada instante adquirimos más experiencia. Y esas experiencias se sienten en la naturaleza humana. Esa es una de las razones por las que decidí mostrar el tiempo en mis películas de la forma en que lo hago. Pero no solo se trata del tiempo: el espacio, los paisajes y el entorno también forman parte de la vida. No podemos ignorarlos. Todo junto responde al tipo de complejidad que intento plasmar en mis trabajos. He ahí la importancia del tiempo.
¿Qué tipo de situaciones lo pueden hacer reaccionar y sirven de disparadores para escribir los guiones de sus películas?
Siempre hay una inspiración diferente en cada circunstancia. Si en la vida cotidiana paso por algo que me conmueve o me enternece vuelvo a pensar en esa situación pero como una escena. Algunas veces hay que tener un punto de inicio que te mueva; solo de esa manera se puede avanzar. Sin embargo, cuando se recorre ese camino, puede que nos desviemos y transitemos por otras situaciones. Eso no tiene mayor importancia porque cuando uno mira hacia atrás se dará cuenta que la motivación central es aquella con la que empezaste todo.
¿Se considera un director intuitivo o alguien que planifica todo desde el raciocinio?
No lo sé. No se puede hacer una película solamente desde el punto de vista intelectual. También se debe hacer desde el corazón. Uno ve cómo avanza la vida y hacia dónde vamos en función a la existencia que llevamos. En esas circunstancias es que uno reacciona porque es parte de todo. No se puede ver a la gente desde arriba, todos somos iguales. Por ejemplo, si yo veo algo en ti, intento asimilarlo y transformarlo para después volcarlo en lo que hago. Se trata de compartir una percepción particular del mundo desde una mirada muy personal.
¿Sigue pensando que la existencia carga un peso insostenible?
Sí. Lo sigo pensando (risas). La gente no tiene idea de lo complicada que es la vida. Muchos viven sin pensar en ella. Otros ni siquiera saben por qué están viviendo.
¿Hasta qué punto la pintura y la filosofía han formado parte de su pensamiento y de la carga dramática de su obra?
Cada cosa tiene un lugar importante y no necesariamente de forma jerárquica. Normalmente las películas están conformadas por imágenes, sonidos, individuos, conexiones humanas o, simplemente, de todo lo que encuentras en la naturaleza. Entonces, todo lo que aprecio alimenta mi pensamiento sin necesidad de fijar que algo sea más importante que lo otro. La filosofía es muy importante para plantear temas como los que expongo en mis películas, pero no puede ir sola. Es una complejidad que no se puede cortar por pedazos. Va de la mano con los sentimientos. Respecto a la pintura, en mis películas se puede encontrar la influencia de varios pintores, entre ellos Van Gogh. Quizá haya mucha o poca influencia, pero no es lo único. Siempre he creído que no solo las imágenes son importantes, más allá que su lenguaje sea fundamental para desarrollar una película. El cine es mucho más que imágenes en movimiento. Siempre hice cine como una manera natural de reaccionar frente a la vida. Mucho se habla sobre el cine y la forma en que puede ser un medio de vida que ayude a ganar dinero. En mi caso, nunca he pensado en el cine como camino para ganar dinero o como algo que me ayude a ser rico y no creo que un director que ame el cine piense así.
Cuando usted puso fin a su carrera como director dijo que era porque la búsqueda de su lenguaje ya había terminado. ¿Qué persigue ahora Béla Tarr como creador?
Yo trabajo dando clases a jóvenes realizadores. En realidad, no los educo. Los libero. Les doy energía, poder y coraje. Siempre busco decirles que deben ser valientes y auténticos. Los jóvenes realizadores deben buscar sus propios caminos y no intentar satisfacer a los demás. Esas clases para mí son exitosas. Ya hemos hecho una exhibición grande en Ámsterdam. El próximo año haremos otra en Bruselas. Hasta he pensado en realizar una ópera para el año que viene, algo más asociado al teatro. También hago talleres para muchachos que no han tenido experiencias cinematográficas y que han atravesado problemas muy serios. Por ejemplo, muchachos que vienen de Siria y que no saben nada de lenguaje audiovisual, pero que pueden canalizar esos momentos complicados a través del cine.
Quizá para ellos esa también puede ser una experiencia complicada
Todo el mundo cree que hacer películas es muy difícil. Pero es algo muy sencillo.
Es evidente que para usted es algo muy sencillo…
No hay excusa que valga. Tú puedes hacer una película con un IPhone o cualquier teléfono celular. Tú eres libre. Estamos en el siglo XXI. No debemos olvidar que el cine es libertad.
¿Usted se reconoce como una influencia en directores más jóvenes como Pedro Costa o Apichatpong Weerasethakul?
Ellos son mis amigos. También mantengo contacto con Carlos Reygadas, Gus Van Sant y otros directores. En realidad no sé si tendré influencia en ellos. Es difícil detectar eso porque mantenemos lazos de amistad. A veces los llamo para que me visiten en Sarajevo. Cuando nos encontramos charlamos de muchas cosas, menos de películas.
¿Y de qué hablan?
Sobre la vida. Aprendo mucho de ellos. Ten en cuenta que cada uno de nosotros venimos de diferentes países y poseemos idiomas, culturas, religiones y colores de piel muy distintos. Nuestra diferencia es nuestro poder. Si sabemos respetar las diferencias del otro empezaremos a ver nuevas cosas en las relaciones humanas. Si no respetamos al otro, no entenderemos su manera de ser y su entorno. Eso es algo que le falta al ser humano de estos tiempos.
Créditos. FOTO: ERIKA POZO
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