“A todo el mundo le gustan las historias de redención”, le dice Leon (Kenny Smith) a Stan (Adam Sandler) y, en cierta medida, la frase está cargada de mucho sentido. La industria del cine, específicamente la de Hollywood, ha edificado gran parte de sus historias emblemáticas sobre personajes desafortunados que han aprovechado las segundas oportunidades para alcanzar la gloria después de morder el polvo y ser exponentes de la derrota y el fracaso. Y es en el terreno de las tramas deportivas donde la fórmula funciona a la perfección.
Garra es eso: una película llena de fórmulas que se acoplan muy bien hasta lograr un andamiaje sólido, aunque por momentos despliega lugares comunes de gran candidez. El filme dirigido por Jeremiah Zagar narra la historia de Stanley “Stan” Sugerman, un cazatalentos que recorre el mundo en búsqueda de la próxima estrella que brillará en la NBA representando a los Filadelfia 76ers. Sugerman nunca pudo consolidar sus sueños deportivos y, aunque es un buen esposo y padre, no ha participado en algunos momentos familiares trascendentales por culpa de su trabajo itinerante.
En un viaje a España descubre al que podría ser el jugador perfecto para su equipo, Bo Cruz (el basquetbolista Juancho Hernangómez). El prodigio encontrado en las calles madrileñas también le podría abrir la puerta de asistente de entrenador, un viejo anhelo postergado. Sin embargo, el nuevo muchacho es un diamante en bruto que no será fácil de pulir y que pondrá en riesgo la estabilidad laboral, emocional y familiar de Stan.
Diseñada bajo el molde de las exigencias y los entretelones del deporte de élite, Garra nos muestra con detalle un universo que involucra a managers, entrenadores, empresarios y jugadores de baloncesto. Todo un desfile de comportamientos competitivos que un segundón como Stan mira a la distancia, pero con ansias de revancha.
De esta manera, Garra apoya su lectura del camino hacia el éxito en diversas subtramas (los afectos familiares de Stan y Bo, la paternidad natural y “adoptiva”, la camaradería deportiva, la identificación con la camiseta) que confluyen, y sostienen, a la principal de todas: la relación maestro-alumno.
En el sentido de las interpretaciones, Sandler vuelve a darle la contra a sus detractores que lo han encasillado como el talento mal usado de Hollywood. En realidad, es una apreciación personal. El actor firma una buena actuación que se suma a sus roles en propuestas anteriores como Embriagado de amor, Los Meyerowitz y Diamantes en bruto.
El papel de perdedor irredento le calza tan bien que su performance se traslada no solo a una trabajo emocional sino también físico. Lastrado por una lesión, Stan abandonó sus aspiraciones de grandeza deportiva y, en la actualidad, transmite cierto letargo que solo Bo logra eliminar. Aunque no lo parezca, Sandler es un actor físico que maneja bien sus expresiones a la vez que balancea los tiempos. Sobre Hernangómez, llama la atención su naturalidad y carácter para encarnar a un muchacho de vida difícil.
Producida por LeBron James y el propio Sandler, Garra muestra las vicisitudes de un hombre común al que se le presenta la última oportunidad de su vida, una especie de revancha contra la adversidad que se dibuja a pulso de emociones y olor a victoria tardía. Elementos claves de una típica historia de redención que a todos puede llegar a gustar.
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