El COVID-19 ha dejado al descubierto la importancia de gestionar adecuadamente la fauna silvestre, no solo como medida de conservación, sino también como una acción de salud pública. Ante ello, el Perú está en una posición vulnerable. Veamos por qué.
Para comprender esta afirmación, es necesario primero entender tres contextos: el origen del virus desde el punto de vista epidemiológico, el origen del virus desde el punto de vista social, y la situación peruana relacionada con los dos puntos anteriores.
Origen epidemiológico
Estudiar el genoma del virus permitió determinar que el COVID-19 es una enfermedad zoonótica; es decir, causada por gérmenes (como virus, bacterias, parásitos y hongos) que se propagan entre los animales y las personas por contacto directo, contacto indirecto o ingesta de un animal infectado.
En el caso específico del COVID-19, a pesar de que la Organización Mundial de Salud (OMS) ha confirmado que su origen fue el contagio entre un animal portador y el primer paciente, aún se desconoce cuál fue el proceso exacto.
La relación del humano con los animales, especialmente con la fauna silvestre juega un rol importante en el desarrollo de nuevas enfermedades transmisibles, porque dichos animales suelen presentar una microbiota —conjunto de microorganismos que residen en un cuerpo— distinta a las especies domesticadas.
Origen desde el punto de vista social
El origen del COVID-19 tuvo detrás dos importantes factores relacionados: el comercio ilegal de animales silvestres y sus condiciones de comercio insalubres.
El comercio de fauna silvestre en China se puede dar en dos canales: el legal —granjas o criaderos autorizados— y el ilegal —proveedores informales o caza de animales al margen de la ley—. El origen del COVID-19 se ha podido trazar hasta el mercado de Wuhan, donde se comercializaba fauna silvestre de distinta procedencia. Según Chris Walzer, director ejecutivo de salud de la Wildlife Conservation Society (WCS), los animales son hacinados en espacios pequeños, sin distinguir que algunos podrían estar enfermos y exponiendo al contagio a los demás. Esta situación se repite en distintos espacios, sobre todo en los “wet markets”, como se conoce a los mercados donde se vende carne o pescado fresco usualmente al aire libre.
El contexto que dio origen al COVID-19 está ligado al tráfico de fauna silvestre y la persistencia de condiciones insalubres en su comercio, a la falta de un efectivo control y vigilancia sanitarios, pero también a la aceptación social e incluso institucional de esta situación.
Contexto peruano
Un análisis de la realidad peruana puede mostrar que compartimos, de manera preocupante, los mismos factores de riesgo que propiciaron el origen del COVID-19 en China.
La gestión de la fauna silvestre se norma en la Ley N.° 29764, Ley Forestal y de Fauna Silvestre, que prohíbe el comercio de fauna silvestre para consumo, excepto: (i) para subsistencia, (ii) a través de caza regulada por calendarios regionales o (iii) proveniente de zoocriaderos autorizados. Aun así, estas normas son constantemente incumplidas, en particular en algunos departamentos del país.
Por un lado, el comercio de fauna silvestre se da en mercados locales de determinadas ciudades durante todo el año. Tal es el caso del emblemático Mercado Belén en Iquitos, donde se vende la llamada “carne de monte”. Esta forma parte de las costumbres alimenticias de diversos grupos poblacionales en la selva, lo que hace difícil cumplir con las restricciones de un calendario de caza responsable o limitar el consumo solo para subsistencia. Asimismo, se han identificado casos de zoocriaderos autorizados que camuflan la tenencia ilegal de fauna silvestre para luego venderla de manera irregular.
Contar con permisos de operación y calendarios de caza para un mejor control es irrelevante si el Estado carece de una estrategia efectiva de fiscalización. Se perpetúa una convivencia cotidiana “normalizada” de ilegalidad y legalidad en la gestión de la fauna silvestre, al igual que en China al momento de explotar la actual pandemia.
En términos comparativos, si alrededor del 80% de los centros de beneficios de carne común no contaban con certificados sanitarios el 2018 —situación mencionada por Pedro Molina, jefe de Servicio Nacional de Sanidad Agraria (Senasa)—, es obvio que la situación de la manipulación de la “carne de monte” y los lugares de comercio de fauna silvestre resulta mucho más incierta y peligrosa.
La existencia de este mercado —como de cualquier otro— se rige por la ley de la oferta y demanda. En este caso, el 74% de la demanda está relacionada al consumo en ciudades del interior del país, según datos de Serfor y WCS. Por el lado de la oferta, los mayores centros de acopio son las principales ciudades de la selva: Puerto Maldonado, Pucallpa, Tingo María, Iquitos y Yurimaguas. El tráfico de fauna silvestre desde la región amazónica se mantiene como un problema que amenaza la salud pública del país.
Mirada al futuro
Es cierto que la vulnerabilidad del Perú ante esta situación no es tan grande como la que dio origen al COVID-19 en China, dado que es un mercado mucho más pequeño que el del gigante asiático. Sin embargo, no se debe subestimar el no estar preparados para enfrentar el inicio de una nueva epidemia en nuestro territorio.
Las medidas que se tomaron frente al COVID-19 fueron rápidas porque existían protocolos y ejemplos en otros países. A pesar de ello, la pérdida de vidas y el impacto en la economía son inmensos. ¿Cuál sería la situación de haber comenzado la pandemia en el Perú? Definitivamente, la respuesta no hubiera sido la ideal considerando la crisis estructural del sistema de salud peruano.
El país debe tomar medidas para mitigar este enorme riesgo. El enfoque de prevención y control del tráfico de fauna y del consumo de estos productos no solo debe estar orientado a conservar estas especies. El COVID-19 debe obligarnos a aprender, prever y, sobre todo, actuar para cuidar la salud pública.
Realizado por: César Amaro y Verónica Tello, investigador principal y analista de Videnza Consultores, respectivamente
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