Decía Albert Einstein que sin crisis no hay desafíos y que en las crisis aflora lo mejor de cada uno. Hay que ver el reciente cambio presidencial con optimismo, como una nueva oportunidad. Los poderes económicos y mediáticos impulsan candidatos a ministros de acuerdo a su ideología e intereses particulares; también hablan sobre el contenido de la agenda. Repiten dos palabras: “lograr credibilidad” que se escucha bien; sin embargo la segunda: “estabilidad” es resbalosa, ya que parece insinuar que hay que hacer más de lo mismo. Es momento de definir la agenda, los cómo y luego con quiénes. Aquí algunas sugerencias.
Lo primero es encontrar el rumbo. Es urgente redefinir de manera práctica nuestra visión de país que considere las particularidades regionales. A partir de allí, establecer la estrategia en un proceso horizontal con las regiones, el Congreso, las organizaciones de la sociedad civil y también vertical involucrando a los sectores administrativos del Estado. Hay que rehabilitar el rol del planeamiento estratégico y el análisis prospectivo integrándolo con las señales del mercado para que los objetivos se conviertan en realidad. Se debe reinstalar la palabra “priorización” reconociendo la escasez de recursos financieros y humanos, sobre la base de criterios transparentes y que cambien en el mediano plazo cuando sea necesario.
Es imprescindible construir un nuevo consenso económico social donde todos los agentes importen: trabajadores asalariados, independientes, campesinos, pueblos indígenas u originarios, microempresarios, entre otros. No se trata sólo de incluir el tema de la lucha contra la corrupción y la reforma política electoral. La nación no sólo son los empresarios y la promoción de la inversión privada. Otro tema clave consiste en ajustar la estructura del poder ejecutivo a los objetivos y prioridades del gobierno, para dirigirla mejor. ¿Por qué no crear un ministerio de planeamiento estratégico, economía y descentralización?; ¿un ministerio para la diversificación productiva, comercio exterior y ciencia, tecnología e innovación?; ¿no se deben reintegrar muchos organismos descentralizados que operan como islas a sus ministerios respectivos?; ¿acaso la educación, la cultura y el deporte deben ir separadas?, ¿por qué no un ministerio de hacienda independiente?
Los temas claves deben estar encabezados por crecer y, a la par, transformar la estructura productiva. Hay que lograr equilibrios entre sectores extractivos, desarrollo sostenible nacional, regional y local. Se debe procurar una sociedad sin desigualdades extremas y promover una economía más competitiva. Hay que replantear la relación con el sector privado (especialmente en infraestructura y servicios públicos); ajustar la política fiscal, monetaria y financiera orientada al crecimiento económico y desarrollo; recuperar la seguridad energética y actualizar la relación con el mundo.
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