El think tank ISSP (The Initiative for Science, Society, and Policy) ha publicado recientemente una interesante noticia acerca de la investigación, haciendo referencia a un artículo aparecido en la revista científica Philosophy and Technology sobre la similitud entre las burbujas financieras y un símil en la investigación científica.
Los autores del estudio son V. F. Hendricks y B. Pedersen, profesores de filosofía de la University of Copenhagen, quienes sostienen lo siguiente: “En las finanzas, la primera condición para una burbuja se produzca es que un exceso de liquidez se concentre en muy pocos bienes. La segunda es la presencia de especuladores. En ciencia, del mismo modo, si demasiada financiación para investigación que se concentra en muy pocos temas, y todos los investigadores especulan en estos mismos temas científicos con el objeto de atraer fondos, una potencial burbuja de científica se puede estar formando”.
Los autores señala como una burbuja potencial en financiación científica las inversiones masivas ocurridas a lo largo de la última década en el campo de la neurociencia cognitiva, la cual culmina con la reciente aprobación de la administración del presidente norteamericano Obama con el Proyecto de Mapeo de la Actividad Cerebral, al que han adjudicado mil millones de dólares, y por otro lado el Proyecto Cerebro Humano de la Comisión Europea, el cual cuenta con un apoyo financiero de 500 millones de Euros.
Estas inversiones han sido precedidas por un aumento dramático en los campos donde se une el término ‘neuro’ a algún comportamiento o rasgo humano, fundamentado en promesas de que las técnicas de la neurociencia explicarán y eventualmente cambiarán nuestra comprensión de la mente humana.
Este y otros estudios han demostrado que los revisores de los artículos científicos, así como las personas no relacionadas con la investigación (pero sí consumidores de noticias en los medios), tienen más probabilidades de encontrar apoyo para explicaciones de, por ejemplo, fenómenos psicológicos, más convincentes cuando contienen bagaje neurocientífico, incluso aún cuando éste no es relevante para la explicación de los fenómenos.
Hendricks expone cómo los ‘avances’ y ‘puntos de inflexión’ prometidos por diversos proyectos de la neurociencia -que se combina con el hecho de que los estudios recientemente publicados de este campo parecen carecer de suficiencia estadística para respaldar sus conclusiones- tienen el potencial de convertirse en burbujas científicas (haciendo un paralelo con las burbujas financieras). En otras palabras: el valor de las promesas de la neurociencia y de las inversiones realizadas en éstas puede llegar a no tener relación con el valor real de los resultados científicos entregados.
De acuerdo con el investigador y su colega B. Pedersen, una causa fundamental de este efecto es el diseño institucional y las estructuras de incentivos dentro de financiación de la ciencia y la gestión de la investigación, donde los incentivos tradicionales, como la reputación académica, están siendo reemplazados por los incentivos monetarios y la competencia.
De este modo se observa que muchas universidades han establecido incentivos económicos y sistemas de recompensa para alentar a los investigadores a publicar en revistas (journals académicos) de alto impacto y lectoría en temas que se han vuelto populares y que con más facilidad generan fondos para la investigación.
Hendriks y Pedersen sostienen que cuando los investigadores prefieren ignorar otros rubros de interés y, en cambio, imitar estudios precedentes, originan el llamado ‘efecto lemming’, donde todo el mundo publica en las mismas revistas y procura obtener los fondos para el mismo tipo de proyectos. Tal burbuja eventualmente explotará cuando las explicaciones científicas de los programas se pongan a prueba, pero el problema es que ya habrán drenado el sistema de financiamiento y los recursos de investigación. A continuación el sistema se enfrentaría a una crisis de confianza entre sus inversores.
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