Riesgos Financieros

Gregorio Belaunde

El “Miedo a Decirlo”, Fuente de “Riesgo Operacional Geopolítico”

En Julio del 2017, había publicado un post llamado El “Miedo a Decirlo”, Fuente de Riesgo Operacional. Este post se refería esencialmente a los problemas que el temor a decir las cosas como son realmente podía provocar, siendo en ese caso un factor clave de riesgo operacional. Me situaba sobre todo en el ámbito de la empresa privada, aunque también mencionaba casos de fallas en el seno de administraciones públicas.

Y al final iba más lejos, con una interrogación sobre el riesgo operacional con impactos sobre un país, que reproduzco a continuación.

 

Ahora bien, traten de imaginarse eso al nivel de un país: ¿cuántas veces en la historia un gobernante y/o sus ministros no pudieron decidir bien, porque nadie quiso decirles lo que hubieran debido saber? El problema es que las consecuencias muchas veces no se limitan al gobernante y a los miembros de su gobierno: afectan al país entero o por lo menos a una gran parte de su población.

 

¿No les da la impresión ahora que en los últimos 2 años y un poco más, hemos tenido eso que planteaba en el 2017, pero a escala aún mayor, con consecuencias que no sólo han sido para un país sino, igualmente globales, en el plano geopolítico? ¿Y que han, y/o han estado afectando a prácticamente todo el planeta o la mayor parte de éste? Como en gestión de riesgos, conforme se van descubriendo, o re-descubriendo nuevas fuentes de riesgo operacional, alguna expresión habría que usar para eso: propongo de la “Riesgo Operacional Geopolítico” cuando el afectado es esencialmente un país o éste y algún otro. Pero si las consecuencias son globales, propondría incluso la de “Riesgo Operacional Geopolítico Global”.

 

En el primer caso, no faltan ejemplos de países que, por fallas de sus gobernantes a los cuales les faltó alguien que se atreviera a decirles ciertas verdades, se vieron envueltos en problemas geopolíticos internos o con algún país vecino, causando ruptura de relaciones diplomáticas, e incluso guerras evitables.

 

Pero me interesaré aquí sobre todo en los ejemplos con consecuencias globales.

 

Ya habíamos tenido un terrible antecedente a principios de este siglo: como el Presidente de los EE.UU de entonces tenía la voluntad absoluta de invadir a Irak a como diera lugar, finalmente lo que sucedió fue que en la “comunidad de Inteligencia” nadie le decía lo que en realidad sabían: que no había armas de destrucción masiva en Irak en ese momento, y que el gobierno de Irak no tenía ningún lazo con Al Qaeda (al contrario, los perseguía) Pero se trataba de los pretextos usados oficialmente. Y en vez de decir la verdad, dijeron cosas ambiguas y hasta mentirosas para complacer al terco e inepto presidente quien ya había tomado la decisión de la invasión de todas maneras. Resultado: una guerra desastrosa que terminó en humillante retirada, con una imagen del país por los suelos, un forado fiscal gigantesco que contribuyó a la gran crisis financiera del 2008, cientos de miles de muertos civiles, una guerra civil que potenció enormemente a Al Qaeda y que para colmo contribuyó a la creación de otro grupo islamista radical aún más fuerte, el Estado Islámico (o ISIS, o Daesh), fuente de horribles atentados en numerosos países, especialmente Europa, para colmo siendo uno de los más afectados el país que más empeño puso en alertar sobre los riesgos y en tratar de evitar esa invasión: Francia. Pero las consecuencias las siguen sufriendo también los países del Sahel en África, y cada vez más, países vecinos más al Sur de ese continente. ¿Hubiera sido posible esa guerra de una imbecilidad absoluta si en los organismos de inteligencia de los EE.UU. alguien al más alto nivel se le hubiera “plantado” al presidente y hubiese hecho incluso pública su opinión desfavorable, dando la información verdadera? Hasta ahora es difícil entender por qué no pasó, tratándose de un país donde el que dijese la verdad arriesgaba como máximo la destitución y/o una campaña de insultos, no la prisión ni la muerte. Después de todo, varios altos funcionarios de dicho país supieron hacerlo hasta hace poco cuando la Casa Blanca fue ocupada por un orate antidemocrático y sin escrúpulos, y se evitó por lo menos una agresión mayúscula a otro país de la región.

 

Y a pesar de ese antecedente, volvió a pasar:

 

. con la crisis del Covid-19, de enormes consecuencias no sólo sanitarias y económicas, pero también geopolíticas para numerosos países (con materialización de riesgos geopolíticos internos, a través de las disrupciones sociales causadas – el Perú está entre ellos por si acaso, porque sin la crisis del Covid no tendríamos el desbarajuste actual que va más allá de lo político – o hasta externos: aprovechamiento de la crisis por algunos para atacar a otros). Ya es conocido que entre los factores que contribuyeron a convertir a este virus en una pandemia global, estuvo una información insuficiente del poder central en China, merced al enorme temor de autoridades locales y regionales que no querían dar malas noticias y minimizaban la gravedad o informaban tardíamente de lo que estaba sucediendo. Se perdió demasiado tiempo en reaccionar, y la expansión del virus a nivel global se volvió incontenible. Que la reacción fuera fuerte y acertada después en China no cambia el problema operacional fundamental que menciono. Si un país en el Mundo tenía las capacidades para contener al virus antes de que se expandiera de manera global, ese era China, y no sucedió: el factor decisivo fue “el miedo a decirlo”; algunos médicos aislados no tuvieron ese miedo, como ya se sabe, pero las autoridades locales y regionales sí lo tuvieron, incluso desacreditaron a los que alertaban.

 

. con la actual guerra de Rusia contra Ucrania, que para colmo amenaza no sólo con nuevas disrupciones de las cadenas de abastecimiento a nivel mundial, sino con una hambruna en numerosos países socialmente frágiles, deseada prácticamente por un solo hombre con poder absoluto en su país, siendo el miedo que inspira a sus colaboradores un factor harto conocido de la falta de información fidedigna de la que dispuso el presidente Ruso (se sabe cada vez más que tuvo informaciones totalmente inexactas, pero si tienes a tus colaboradores atemorizados, a los que prácticamente obligas a decir lo que quieres oír, no esperes estar bien informado…); vaya retroceso histórico: con la muerte de Stalin, se pensaba que el país ya estaba curado de eso, con un poder Soviético más colegiado – aunque ello no evitara totalmente los errores, como la invasión de Afganistán; resulta irónico, pero se podría decir que la desintegración de la URSS sí fue una catástrofe geopolítica pero por otra razón: por la pérdida de un sistema de poder colegiado que aseguraba cierta capacidad de debate interno. Y a decir verdad, no me gustó para nada la reunión en la cual los presidentes de los tres países del núcleo central más homogéneo de la URSS decidieron disolverla, todo por ambiciones personales, cada uno quería ser “el número uno absoluto en su casa”. Vamos, no reescriban la historia, esa fue “la verdad de la milanesa” en la época, y se notaba a leguas en aquel momento, sobre todo en el caso de Yeltsin (aunque supieran vender muy bien sus respectivos referéndums después). En el mundo Occidental se celebró mucho dicho evento por razonamientos que venían de la Guerra Fría, y con no poca soberbia: confieso que yo no, sólo avizoraba problemas; conociendo la presencia de grupos ultranacionalistas y fascistas en los dos más grandes; además cuando países demasiado entrelazados divorcian, los problemas no tardan en aparecer. No olviden que Gorbachev estuvo en contra de esa separación, y no fue por intereses personales (ya había demostrado plenamente que no estaba guiado por éstos, reduciendo su propio poder), él estaba realmente preocupado por lo que podría pasar después. Hagan memoria, porque incluso él propugnaba un mayor gradualismo en las reformas económicas, por razones sociales. En aquella época, yo pensaba que hubieran debido conservar por lo menos una forma de confederación, que por razones culturales no debía ser tan difícil. Desgraciadamente ya no es posible, el más grande, que evolucionó muy mal, ya abusó demasiado de los otros dos, y será odiado por las poblaciones mayoritarias de éstos durante decenios; se ha creado una situación en realidad fratricida. Repito lo que se desea ignorar: entre los tres, hay demasiadas familias mixtas como para que no sea un drama espantoso (peor aún que en la ex Yugoslavia donde ciertos odios mortales ya pre-existían – ver el tema de los Ustachis y de los Chetniks-, a pesar de la existencia de numerosas familias mixtas). Lo que me pregunto también es cómo pensarán ahora los ruso-hablantes de Ucrania tan profusamente bombardeados por las tropas rusas, supuestamente para ser “liberados”.

 

 

Como ven, acá tenemos dos ejemplos casi caricaturales de riesgo operacional geopolítico global causado en gran parte por “el miedo a decirlo” en un país, que incluso puede ser inducido por los tomadores de decisiones. Y sin embargo ya se tenía otros antecedentes cercanos para estar avisados: el de la Invasión de Irak, y el de la manera absurda cómo se extendió la pandemia del SARS (que felizmente fue más limitada, porque ese virus era más mortal). Se diría que, en el riesgo operacional, lo surrealista es que los errores tienden también a repetirse ad nauseam. Incluso en aquellos que tienen por consecuencia innumerables destrucciones y muertes. Es como las crisis financieras, que muestran que, salvo excepciones, nunca se aprende del pasado.

 

 

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