Un familiar, que es menester describirlo como un buen hombre,
refunfuñaba por los interminables y exagerados gastos que le demandaba
la organización de su boda. Su padre, un sensible e inteligente
septuagenario, al tiempo que le pedía
calma, le advertía la suerte de haber nacido en el Perú y no en China,
donde una boda “¡sí cuesta!”, expresó, agregando un sonoro: “¡tacaño!”.
La entretenida cháchara me llevó a averiguar lo
más que pudiera sobre el costo de un casamiento en China. Lo primero que
encontré fue tremendo: las parejas inician su vida conyugal largamente
endeudas, pues en una boda gastan mucho porque
“tiene que ver con la imagen, con el prestigio familiar”, como explica
un reportaje de la BBC.
Uno de esos acontecimientos puede llegarle a
demandar al novio el salario de todo un año, ya que solo el anillo de
compromiso le costará US$ 3,500, que es el precio promedio de un anillo
de diamantes que regularmente recibe una novia
china.
Antes de la década de 1980, cuando aún no
existían reformas y aperturas económicas en el milenario país, los
chinos solo sabían que los diamantes se usaban en máquinas de precisión.
En aquella época recusaban el dispendio de dinero en
actos que llamaban frivolidades del capitalismo.
Sin embargo, por alguna razón que ahora no está a
mi alcance explicar, las bodas no entraban a esa categoría. Así, una
pareja recuerda que en 1983 gastó en su boda 50 mil yuanes (US$ 6,250),
que entonces equivalían al ingreso de los dos
durante varios años.
Los desembolsos eran tan grandes, que culminada
ceremonia y fiesta, los nuevos esposos debían separarse para vivir
durante una larga temporada en casa de sus padres, porque ya no tenían
dinero para alquilar una vivienda.
Según la tradición china, la familia del marido
se encarga de la boda, que hoy puede costar desde US$ 30,000 (toda una
ganga). La cantidad puede aumentar dependiendo de las costumbres y
extravagancias, como las de aquella pareja que decidió
celebrar la ceremonia en tres ciudades diferentes: Shandong, Hubei y
Beijing, con el fin de contentar a familiares y amigos asentados en esos
lugares. En total, invitaron a unas mil personas.
Pero estos grandes montos no solo se invierten en
las grandes ciudades. En las empobrecidas y casi feudales zonas
rurales, existe la costumbre de pagar dote a la familia de la novia. Esa
cantidad cada vez es más alta porque en China comienza
a existir una marcada escasez de mujeres. De acuerdo con el Instituto
Nacional de Estadísticas, en el 2020 habrá 24 millones de varones más
que la cantidad de mujeres en edad de casarse.
De esta manera, una dote puede oscilar entre
44,000 yuanes (US$ 5,500) y 68,000 yuanes (US$ 8,500), aunque se ha
escuchado hablar de que se ha llegado a pagar 136,000 yuanes (US$
17,000).
Como ya estará deduciendo, la organización de
bodas debe ser uno de los mejores negocios en China, sobre todo si se
tiene en consideración que en ese país contraen nupcias unas diez
millones de parejas cada año.
COMENTARIOS
No solo en China es un buen negocio. Sin embargo, lo que viene sucediendo en esas latitudes solo es una muestra de lo irracional que puede ser el ser humano ante la necesidad de no ser excluido por sus “pares”. Cualquier interpretación va más allá de una explicación vinculada al tema de la raza, la cultura y la idiosincracia. Está en la esencia del ser humano.
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