En el Perú, cada 24 de junio celebramos el Día del Campesino y nos corresponde hacerlo destacando principalmente la relevancia de su contribución con la seguridad alimentaria y con el desarrollo socioeconómico de nuestra población y del planeta.
Esta fecha representa una gran oportunidad para hacer visible el rol protagónico y crucial que tienen los agricultores campesinos en la cadena alimentaria de nuestro país y del mundo.
Millones de pequeños agricultores campesinos trabajan la tierra en la costa, sierra y selva del Perú, y a pesar de los múltiples impedimentos y puntos de dolor que experimentan, logran cultivar alimentos que contribuyen con la seguridad alimentaria de nuestra población, con la economía del país, así como con la conservación y revalorización de nuestros productos nativos y ancestrales.
Gracias a nuestros agricultores campesinos y comunidades rurales nativas, hemos podido proteger y preservar el patrimonio nacional de diversidad genética desde su legado ancestral; y nuestro Perú ha podido realizar una extraordinaria contribución al mundo a través de alimentos nutritivos y originarios, como son la papa, quinua, kiwicha, tarwi, maca y frutales como el aguaymanto, la granadilla, la chirimoya, la lúcuma, entre otros.
Según la FAO, los pequeños agricultores aportan entre el 57% y 67% de la producción alimentaria de nuestros países, por lo que considero que la innegable importancia de los pequeños agricultores campesinos y la relevancia del sector agroalimentario peruano en la cadena de valor alimentaria del país y del mundo, constituyen un verdadero potencial para que nuestro Perú se convierta, en las siguientes décadas en la despensa de alimentos nutritivos, saludables, inocuos y competitivos para el planeta entero.
Sin embargo, la gran mayoría de los campesinos en nuestro país, quienes practican una agricultura basada en el trabajo familiar, son pequeños agricultores que cultivan sus tierras con equipamiento ineficiente, sin acceso a tecnología, y tienen una limitada conectividad.
Un porcentaje elevado de la población más vulnerable y principalmente rural en nuestro país depende de la agricultura familiar, la cual tiene baja productividad y se constituye en una agricultura de subsistencia. Por ello, la gran mayoría de poblaciones campesinas viven en condiciones de pobreza con carencias multidimensionales excluidos de los servicios básicos de desarrollo humano: agua, desagüe, salud, educación.
Según la FAO, en la región andina de nuestro país, el 70% de las actividades agrícolas y el cuidado de los animales están a cargo de las mujeres quienes, a pesar de no contar con las mismas oportunidades de educación y capacitación formal, asumen mayores responsabilidades para asegurar la sobrevivencia, el bienestar y la salud de sus familias.
Es paradójico e inaceptable que los pequeños agricultores campesinos en nuestro país, que contribuyen de manera importante con la seguridad alimentaria de nuestra población, no tengan seguridad alimentaria para ellos mismos y sus propias familias debido a que no cuentan con las condiciones, recursos ni con la educación suficiente para consumir alimentos nutritivos e inocuos.
Esta delicada realidad requiere del trabajo conjunto, transparente y efectivo entre el sector público y privado para ejecutar iniciativas y elaborar políticas públicas que impacten en la calidad de vida, en la productividad y en el desarrollo sostenible de nuestros agricultores campesinos lo cual redunda en la sostenibilidad de nuestro ecosistema y ratifica nuestra contribución con la seguridad alimentaria de nuestro Perú y del mundo.
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