Incluso Cambridge reconoce “uberization” como un sinónimo de modernización (a través de apps) de una determinada industria, o con alusión a la llamada “shared economy”. Muchos entusiastas de la des-regulación hemos visto en Uber la quintaescencia del funcionamiento perfecto de un mercado, donde los precios caen y la calidad sube gracias a la información proporcionada por millones de consumidores a través de una plataforma.
Sobre todo la opción para calificar a los conductores es una función que permite a los propios usuarios “regular” la manera en la que se comportan los conductores. Por esto, muchos hemos sido partidarios de Uber en su “guerra cultural” contra la regulación estatal de los taxis.
Sin embargo, quizá el entusiasmo por lo que puede hacer Uber por nuestro parque automotor es exagerado. Muchas veces los que estamos habitualmente en contra de la regulación caemos en mismo error que los estatistas: pensar que el mercado debe llevar (y si funciona bien llevará) a la situación ideal: conductores bien educados que manejen correctamente.
En el caso de Uber en Perú, se combinan dos factores que hacen que esto sea imposible: por un lado, es irreal pensar que porque Uber se parece a un mercado perfecto, no existen fallas de mercado que afectan su funcionamiento. Uber en Perú ingresa en un “ecosistema” donde hay múltiples factores distorsionadores (otros conductores que no cumplen las reglas, uso “gratuito” de pistas e inmunidad ante los daños a terceros). Por otro lado, en lo que quizá es el argumento más novedoso para este caso: un mercado perfecto expresa las preferencias de los consumidores, que no necesariamente coinciden con la situación ideal. Por ejemplo, ¿los peruanos “preferimos” a un conductor que pare para dejar pasar a las personas en un cruce peatonal o a uno que acelere para llevarnos más rápido? Si la respuesta es lo segundo, el “libre mercado” no llevará a una situación ideal, sino exactamente al comportamiento habitual de las personas en dicha sociedad.
Como consecuencia de lo anterior, Uber pasó de ser una empresa que imponía estándares de comportamiento distintos (mejores, a mi gusto) entre los taxistas peruanos a mimetizarse con el resto de taxis. Uber incluso ha bajado su estándar para aceptar a taxis “de la calle” entre sus conductores, en base a mi propia experiencia y conversaciones con conductores.
Así como un mercado se puede “Uberizar”, una empresa también se puede “peruanizar”.
COMENTARIOS
Estimado Óscar, de acuerdo contigo. Justo lo excelente del libre mercado es que busca brindar los bienes/servicios que las personas necesitan/buscan de acuerdo a las propias valoraciones. A ello, el mercado peruano, al igual que el resto de mercados extranjeros, resultan dinámicos, por lo que no me extrañaría que la calidad en Uber suba (siempre y cuando los consumidores apreciemos eso) o que entre un nuevo agente a competir. Creo que podemos usar de ejemplo al transporte público y las preferencias de los consumidores respecto a precios bajos vs. buses prácticamente inseguros.
Gracias por tu comentario Aarón, el cual comparto 100%. Creo que el punto es tratar de encontrar cuándo las preferencias (individuales) de los consumidores deben ser reemplazadas por una decisión una decisión colectiva (estatal). No es una consecuencia necesaria de lo que he expresado que se requiera la intervención del Estado.
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