De acuerdo con el Report to the Nations on Occupational Fraud and Abuse de los últimos años, el fraude ocupacional puede ser clasificado en tres principales categorías: inadecuada apropiación de activos, corrupción y fraude y la manipulación de estados financieros.
Con respecto a este último, y como parte del proceso de mejora continua del sistema de control interno de las organizaciones con el fin de evitar desastres ocasionados por fraudes, muchas compañías se han sometido a evaluaciones rígidas para identificar el riesgo de fraude en los estados financieros, teniendo como objetivo:
No obstante, la manipulación de estados financieros continúa siendo algo frecuente, lo cual origina nuevos patrones de fraude al producir situaciones financieras ficticias. Por ello, el costo real de la delincuencia económica es difícil de estimar. Los daños colaterales implican interrupciones en el negocio, medidas correctivas, intervenciones de investigación y prevención, multas regulatorias, honorarios legales y daños a la moral, ya que la reputación tiene un impacto significativo en el desempeño empresarial a largo plazo.
Un fraude en los estados financieros busca, básicamente, generar una interpretación intencional y errónea sobre la situación financiera de una empresa, con el fin de transmitir mensajes ficticios a los usuarios de dichos estados.
Aunque cada caso tiene su propia naturaleza, la manipulación de este tipo de información es originada por las siguientes razones:
- Rentabilidad ajustada a un escenario irreal
- Cifras atractivas para incentivar a la inversión privada
- Incremento de las ganancias y la distribución del reparto de dividendos ficticios y/o pagos de bonos gerenciales
- Engañar sobre la insuficiencia de fondos
- Construir escenarios irreales en el mercado en el que participa
- Obtener financiamiento
- Obtener altos precios de compra de inversiones
Según la Encuesta Global sobre Delitos Económicos y Fraude 2018, realizada por PwC, un 49% de organizaciones a nivel mundial ha sido víctima de un delito de este tipo y en el 52% de los casos el responsable fue alguien de la misma compañía. Además, un 31% dijo haber experimentado un crimen cibernético. En cualquiera los casos, un 64% reporta pérdidas de hasta un millón de dólares en daños.
La Alta Gerencia, el Comité de Auditoría y/o Directorio no deberían perder de vista lo que este tipo de riesgo significa e implica. Se requiere una vigilancia continua e incesante, ya que, evitar este tipo de eventos es un ingrediente clave a considerar en el análisis de los ambientes de control interno. Solo así se podrá identificar cuando transacciones sospechosas ocurran, así como otras actividades que oculten el propósito de divulgar información financiera y/o interpretación antojadiza de nuevas normas contables. En ese sentido, recordemos a Philip James Bailey: “El primero y peor de todos los fraudes es engañarse a sí mismo.”.
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