El 5 de mayo de 2023, la Organización Mundial de la Salud (OMS) anunció el fin de la emergencia sanitaria internacional por la COVID-19. Sin embargo, el director general de esta organización advirtió que “esto no significa que la COVID-19 haya dejado de ser una amenaza para la salud mundial”.
Hasta mayo de 2023, más de 220,000 peruanos habían muerto por la COVID-19. Tenemos el triste privilegio de ser el país con más muertes por cada 100,000 habitantes de la humanidad. Ese escenario no hizo más que confirmar la crisis estructural de nuestro sistema nacional de salud (SNS).
A ello se añaden efectos posteriores como las nuevas y antiguas emergencias sanitarias (dengue, por ejemplo); la actual carga de enfermedad crónico-degenerativa acentuada por la urbanización, sobre todo informal; la migración interna y externa; los estilos de vida poco saludables y la ausencia de seguimiento para detectar enfermedades hoy sin diagnosticar; y el próximo agotamiento del bono demográfico, por citar algunos. En el aspecto financiero está el riesgo de la sostenibilidad del SNS, en pésima coincidencia de un crecimiento económico menor.
Pero, lamentablemente, los efectos no se limitan a los daños sanitarios ocurridos en ese periodo o incluso al COVID prolongado o la acentuación de morbilidades por un menor acceso a servicios. En su publicación “Resurgir fortalecidos: Evaluación de pobreza y equidad en el Perú” (Lima, 2023), el Banco Mundial añade los siguientes:
- Repercusiones en la acumulación de capital humano a largo plazo por los prolongados cierres de escuelas.
- Afectación de la salud física por problemas de inseguridad alimentaria asociados a esta crisis.
- Impactos en la salud mental y el bienestar de las personas a largo plazo por las altas tasas de mortalidad, lo que ha conducido a la orfandad de numerosos niños.
- Impacto en las oportunidades económicas debido a la exposición de muchas personas a largos periodos de desempleo, lo que afecta en particular a los jóvenes.
Si comparamos lo ocurrido en Perú con la respuesta de países cercanos como Chile o Colombia, quedamos mal parados. En el primer caso, destacan la organización municipal de un primer nivel de atención que contaba con recursos (acceso a atención médica y oxígeno) y la conducción del sistema de referencia y contrarreferencia donde la oferta pública y privada (con reglas claras) estaba a disposición de sus ciudadanos para asegurar la continuidad de la atención. En el segundo caso, en poco tiempo pudieron implementar miles de camas UCI gracias a un sistema con roles claros para su financiamiento y operación. En ambos países, el ente rector mantuvo la continuidad de las políticas sanitarias pese a los cambios de Gobierno. Esta institucionalidad fue esencial para mejorar la cobertura de su población.
Recientemente, el Colegio Médico del Perú presentó su libro “La pandemia del COVID-19 en el Perú”, donde aborda las distintas causas que acentuaron los daños sufridos y reclama al Ministerio de Salud que asuma su rol rector. También subraya la necesidad de convocar y emplear eficazmente las capacidades de los profesionales con contrato CAS-COVID, o retos operativos por resolver como el mantenimiento de las camas UCI implementadas o los sistemas de provisión de oxígeno instalados en estos años.
Es necesario realizar un balance desapasionado donde se plantee cómo reorganizar el SNS. Hay muchas preguntas que debemos responder para iniciar este diálogo: ¿Por qué nuestro sistema de salud no respondió eficazmente a la pandemia? ¿Cuáles son las posibles causas de esta situación? ¿Qué deberíamos cambiar? ¿Cómo podríamos mitigar los efectos persistentes y los riesgos emergentes mencionados? ¿Cómo resolvemos el reto de prepararnos para la siguiente crisis sanitaria global? ¿El Minsa debe seguir realizando labores operativas en la provincia de Lima, dedicando tiempo valioso que debe ser destinado a su rol rector?
Y, quizá, las preguntas más importantes: ¿qué podemos hacer para romper esta perversa inercia? ¿Cómo pasamos de un sistema de salud centrado en la oferta a uno enfocado en las necesidades de las personas? Los peruanos tenemos más de 220,000 razones para hacer con diligencia esta tarea.
Realizado por: Janice Seinfeld y César Amaro, presidenta de Videnza e investigador principal de Videnza Consultores, respectivamente
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