La turbulencia política y social parece ser una de las características de los últimos tiempos en el Perú. Al margen de las razones, los problemas políticos son una marca registrada en la evolución del país. Por momentos Perú parece un país ingobernable. Nos estamos acostumbrando a los pedidos de vacancia, renuncias, conflictos entre el Ejecutivo y el Legislativo, etc. Y así solo se genera inestabilidad.
El ruido político tiene un impacto negativo sobre la recuperación de la economía. Existen varias razones. En primer lugar, cualquier decisión de inversión supone incertidumbre (nadie puede saber qué pasará en el futuro), pero también es cierto que vivimos en una incertidumbre aumentada debido a la turbulencia política. Como consecuencia, los inversionistas postergan decisiones y los consumidores hacen lo mismo, pues el temor a no saber qué puede pasar genera que prefieran esperar antes de endeudarse o realizar ciertas compras. La incertidumbre obliga a tener cautela y eso hace que la recuperación sea más lenta.
En segundo lugar, los estudios empíricos muestran que, desde el momento en que alguien invierte, pasan, en promedio, dos años para recuperar lo invertido y tres o cuatro años, dependiendo del sector, para obtener ganancias. Como tenemos elecciones generales cada cinco años, usted, estimado lector, ¿se atrevería a decir quiénes serán los candidatos favoritos en 2026? Si lo vemos con ese horizonte temporal, es natural invertir lo menos posible y optar por ser cauteloso.
En tercer lugar, ¿no ha sido así en todos los gobiernos previos, en el sentido de que, luego de elegido, mantuvo las líneas básicas de la estrategia económica? La respuesta es afirmativa. En 2016, los ciudadanos tenían altas expectativas al inicio del de PPK. No sé por qué razón, si se sabía que el Congreso estaba dominado por la oposición y que el entorno económico externo de ese entonces, no era favorable, se creyó que la sola presencia del presidente cambiaría las cosas como por arte de magia. La economía no es un acto de fe, ni tampoco es magia. Luego vendría Vizcarra, quien cerró el Congreso, pero no planteó reformas. Siguieron Merino, Sagasti y Castillo. Nada de reformas. Ahora con Castillo la turbulencia sigue.
En cuarto lugar, la historia muestra que, si un gobierno enfrenta una mayoría de oposición en el Congreso o no tiene bancada, entonces tiene que ganarse a la población para poder gobernar. O tiene a la población y/o al Congreso. Lo que no se puede hacer es tener gobernabilidad sin alguno de ellos. Castillo escogió al “pueblo”, pero ante la falta de resultados, le ha dado la espalda. ¿Cómo gobernar sin el Congreso ni la población?
La economía requiere estabilidad política en democracia para poder progresar. Aunque suene trillado, se requiere confianza y actuar en varios frentes. Solo quienes han invertido y arriesgado entienden a qué me refiero con confianza y credibilidad.
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