La semana pasada el Papa Francisco dio a conocer la exhortación apostólica Laudate Deum que es una continuación de la encíclica Laudato Si publicada en 2015. En esta se precisa y completa lo afirmado en el texto anterior sobre ecología integral, y al mismo tiempo lanza una voz de alarma y una llamada a la corresponsabilidad ante la emergencia del cambio climático, antes de que sea demasiado tarde. El tema es importante para el Mundo y en particular para el Perú, uno de los más afectados a nivel global.
El Papa escribe que con el paso del tiempo advierte que no tenemos reacciones suficientes mientras el mundo que nos acoge se va desmoronando y quizás acercándose a un punto de quiebre. Asimismo, que es indudable que el impacto del cambio climático perjudicará de modo creciente las vidas y las familias de muchas personas. Por tanto, es uno de los principales desafíos a los que se enfrentan la sociedad y la comunidad mundial y sus efectos son soportados por las personas más vulnerables.
Estructura
La exhortación mira en particular a la COP28 que se celebrará en Dubai a finales de noviembre y principios de diciembre de 2023. Tiene 6 capítulos y 73 parágrafos. El primer capítulo está dedicado a la crisis climática mundial de origen humano, que no es culpa de los pobres y que aún es tiempo de evitar mayores daños.
En el segundo capítulo crítica el paradigma tecnocrático: ¿un ser humano sin límites? pero a la par en decadencia ética. Luego en el tercer capítulo se refiere a la política internacional débil con instituciones que preservan a los más fuertes. En el cuarto capítulo se describe los avances y fracasos de las distintas conferencias sobre el cambio climático. La quinta sección se refiere a que se espera de la próxima reunión en Dubai. Por último, nos exhorta a caminar en unión y compromiso.
Crisis climática
El Papa Francisco señala que por más que se pretenda negar, esconder, disimular o relativizar, los signos del cambio climático están ahí, cada vez más patentes. Nadie puede ignorar que en los últimos años somos testigos de fenómenos extremos, períodos frecuentes de calor inusual, sequía y otros quejidos de la tierra que son sólo algunas expresiones palpables de una enfermedad silenciosa que nos afecta a todos. Sin embargo, es verdad que no cabe atribuir de modo habitual cada catástrofe concreta al cambio climático global.
Con la pretensión de simplificar la realidad, no faltan quienes responsabilizan a los pobres porque tienen muchos hijos y hasta pretenden resolverlo mutilando a las mujeres de países menos desarrollados. Pero la realidad es que un bajo porcentaje más rico del planeta contamina más que el 50% más pobre de toda la población mundial, y que la emisión per cápita de los países más ricos es muchas veces mayor que la de los más pobres.
Tampoco dicen la verdad quienes afirman que los esfuerzos por mitigar el cambio climático, reduciendo el uso de combustibles fósiles y desarrollando formas de energía más limpias, provocará una reducción de los puestos de trabajo.
Origen
Se señala que ya no se puede dudar del origen humano —antrópico— del cambio climático. Algunas manifestaciones de esta crisis climática ya son irreversibles al menos por cientos de años, como el aumento de la temperatura global de los océanos, su acidificación y disminución de oxígeno.
Las aguas oceánicas tienen una inercia térmica y se requieren siglos para normalizar la temperatura y la salinidad, lo cual afecta la supervivencia de muchas especies. Este es un signo entre tantos otros de que las demás criaturas de este mundo han dejado de ser compañeros de camino para convertirse en nuestras víctimas.
Paradigma tecnocrático
El Papa anota que asistimos a un nuevo avance de este paradigma. La inteligencia artificial y las últimas novedades tecnológicas parten de la idea de un ser humano sin límite alguno, cuyas capacidades y posibilidades podrían ser ampliadas hasta el infinito gracias a la tecnología. Así, el paradigma tecnocrático se retroalimenta monstruosamente.
Sin duda no son ilimitados los recursos naturales que requiere la tecnología, como el litio, el silicio y tantos otros, pero el mayor problema es la ideología que subyace a una obsesión: acrecentar el poder humano más allá de lo imaginable, frente al cual la realidad no humana es un mero recurso a su servicio.
Todo lo que existe deja de ser un don que se agradece, se valora y se cuida, y se convierte en un esclavo, en víctima de cualquier capricho de la mente humana y sus capacidades.
Poderes agigantados
El sumo pontífice anota que provoca escalofríos advertir que las capacidades ampliadas por la tecnología dan a quienes tienen el conocimiento, y sobre todo el poder económico para utilizarlo, un dominio impresionante sobre el conjunto de la humanidad y del mundo entero. Nunca la humanidad tuvo tanto poder sobre sí misma y nada garantiza que vaya a utilizarlo bien, sobre todo si se considera el modo como lo está haciendo, anota el Pontífice.
En contra de este paradigma tecnocrático se dice que el mundo que nos rodea no es un objeto de aprovechamiento, de uso desenfrenado, de ambición ilimitada. Ni siquiera se puede decir que la naturaleza es un mero marco donde se desarrolla nuestra vida y nuestros proyectos.
Se necesita repensar entre todos la cuestión del poder humano, cuál es su sentido, cuáles son sus límites. Porque nuestro poder ha aumentado frenéticamente en pocas décadas. Hemos hecho impresionantes y asombrosos progresos tecnológicos, y no advertimos que al mismo tiempo nos convertimos en seres altamente peligrosos, capaces de poner en riesgo la vida de muchos seres y nuestra supervivencia.
Aguijón ético
Se comenta que la decadencia ética del poder real se disfraza gracias al marketing y la información falsa, mecanismos útiles en manos de quienes tienen mayores recursos para incidir en la opinión pública a través de ellos.
La lógica del máximo beneficio con el menor costo, disfrazada de racionalidad, de progreso y de promesas ilusorias, vuelve imposible cualquier sincera preocupación por la casa común y cualquier inquietud por promover a los descartados de la sociedad. En los últimos años se puede advertir que, aturdidos y extasiados frente a las promesas de tantos falsos profetas, a veces los mismos pobres caen en el engaño de un mundo que no se construye para ellos.
Reconfigurar multilateralismo
El Papa propone que más que salvar el viejo multilateralismo, parece que el desafío actual está en reconfigurarlo y recrearlo teniendo en cuenta la nueva situación mundial anota el Papa Francisco. El mundo se vuelve tan multipolar y a la vez tan complejo que se requiere un marco diferente de cooperación efectiva.
No basta pensar en los equilibrios de poder sino también en la necesidad de dar respuesta a los nuevos desafíos y de reaccionar con mecanismos globales ante los retos ambientales, sanitarios, culturales y sociales, especialmente para consolidar el respeto a los derechos humanos más elementales, a los derechos sociales y al cuidado de la casa común.
Nuevos procedimientos
Se postula que todo esto supone generar un nuevo procedimiento de toma de decisiones y de legitimación de esas decisiones, porque el establecido varias décadas atrás no es suficiente ni parece eficaz.
En este marco necesariamente, anota el Papa, se requieren espacios de conversación, de consulta, de arbitraje, de resolución de conflictos y de supervisión, y en definitiva una suerte de mayor democratización en el ámbito global para que se expresen e incorporen las variadas situaciones. Ya no servirá sostener instituciones para preservar los derechos de los más fuertes sin cuidar los de todos.
Dubai 2023
El Papa Francisco refiriéndose a la próxima COP28 en Dubai considera imprescindible insistir en que buscar sólo un remedio técnico a cada problema ambiental que surja es aislar cosas que en la realidad están entrelazadas y esconder los verdaderos y más profundos problemas del sistema mundial. Según él, es verdad que son necesarios los esfuerzos de adaptación frente a los males que son irreversibles en el corto plazo. También son positivas algunas intervenciones y avances tecnológicos que permitan absorber o capturar los gases emitidos.
Se señala que se corre el riesgo de quedarnos encerrados en la lógica de emparchar, colocar remiendos, atar con alambre, mientras por lo bajo avanza un proceso de deterioro que continuamos alimentando. Suponer que cualquier problema futuro podrá ser resuelto con nuevas intervenciones técnicas es un pragmatismo homicida, como patear hacia adelante una bola de nieve.
Si hay un interés sincero en lograr que la COP28 sea histórica, anota Francisco, entonces sólo cabe esperar formas vinculantes de transición energética que tengan tres características: que sean eficientes, que sean obligatorias y que se puedan monitorear fácilmente. Esto para lograr que se inicie un nuevo proceso destacado por tres aspectos: que sea drástico, que sea intenso y que cuente con el compromiso de todos.
Reconciliación
El Papa Francisco nos recuerda que Dios nos ha unido a todas sus criaturas. Sin embargo, el paradigma tecnocrático nos puede aislar del mundo que nos rodea, y nos engaña haciéndonos olvidar que todo el mundo es una zona de contacto.
Nos invita a acompañar este camino de reconciliación con el mundo que nos alberga, y a embellecerlo con el propio aporte, porque ese empeño propio tiene que ver con la dignidad personal y con los grandes valores. Sin embargo, es necesario ser sinceros y reconocer que las soluciones más efectivas no vendrán sólo de esfuerzos individuales sino ante todo de las grandes decisiones en la política nacional e internacional.
Aportes personales
No obstante, todo suma afirma el Papa, y evitar entre todos un aumento de una décima de grado en la temperatura global ya puede ser suficiente para reducir algunos sufrimientos a muchas personas. Pero lo que importa es algo menos cuantitativo: recordar que no hay cambios duraderos sin cambios culturales, sin una maduración en la forma de vida y en las convicciones de las sociedades, y no hay cambios culturales sin cambios en las personas.
El esfuerzo de los hogares por contaminar menos, reducir los desperdicios, consumir con prudencia (cambiando el estilo de vida irresponsable ligado al modelo occidental), va creando una nueva cultura. Este solo hecho de modificar los hábitos personales, familiares y comunitarios alimenta la preocupación frente a las responsabilidades incumplidas de los sectores políticos y la indignación ante el desinterés de los poderosos.
El Papa Francisco finaliza recordando que el nombre de esta exhortación es Alaben a Dios, y luego nos señala que un ser humano que pretende ocupar el lugar de Dios se convierte en el peor peligro para sí mismo.
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