Uno de mis autores favoritos, Seth Godin, nos dice que “la magia del proceso creativo es que no hay magia”. Y es que tantas veces confundimos genialidad creativa con un don divino que nos olvidamos de que todos, todos, todos, si seguimos el proceso correcto, somos capaces de generar ideas geniales.
Y así como uno de los resultados de la pandemia, revelado por el CEO de Levi’s, ha sido que el 25% de las personas cambió de talla de pantalón (tanto hacia arriba como hacia abajo), este encierro también ha tenido un impacto en la forma como pensamos, nuestra creatividad y nuestra capacidad para innovar.
Al inicio de la crisis, a muchos nos pasó que nos volvimos bomberos empresariales, apagando incendios por aquí y por allá. Nos pusimos en modo salvataje, viendo qué piezas de nuestro rompecabezas podíamos rescatar para luego reconfigurarlas y mantener operando la maquinaria. Como decía el famoso catedrático y autor Henry Mintzberg, mucha de la estrategia corporativa es “emergente” pues no es necesariamente el resultado de un planeamiento estratégico sino respuesta a eventos inesperados. Y en estas épocas nada se siente más cierto, pasan cosas en el camino cuando estamos listos para ejecutar.
Fuente: https://www.theatlantic.com/
Lo que estuvimos muy ocupados para ver, es que esta mentalidad nos robó algo aun más valioso que las piezas rescatadas: nos quitó la capacidad de diseñar el futuro. En otras palabras, ser bombero nos robó la posibilidad de innovar.
Quienes no tuvieron esa “suerte”, ya sea por su rol o su visión, pudieron ver más allá y liderar el camino de la transformación. Tendencias como la necesidad creciente de la ciberseguridad, salud mental, trabajo remoto y transformación personal, se veían venir hace más de un año, pero solo visionarios con ancho de banda para pensar en el futuro pudieron prepararse adecuadamente para salir a competir con soluciones en el mercado.
Resolver problemas, aunque seamos bomberos muy creativos, suele no llevarnos a innovar, porque, aunque logramos un objetivo, estamos trabajando de manera reactiva, manteniendo el status quo. Por ejemplo, si nuestros colaboradores se sienten abrumados y cansados por todo lo que sucede a nuestro alrededor e iniciamos un programa de salud mental en el trabajo, lo único que logramos, en el mejor de los casos, es regresar a nuestro estado saludable anterior en lugar de proyectarnos a transformar el futuro.
Para innovar debemos ser proactivos, y para esto es indispensable tener en pie un proceso. En el 2006, Michael Porter y Notin Nohria de Harvard Business School iniciaron un estudio que duró hasta el 2018 sobre el cual ya se tiene data publicada. Los investigadores encontraron que los CEOs usan alrededor del 60% de su tiempo en reuniones, 15% en el teléfono y el resto en comunicación electrónica. ¿Qué significa esto? Que nuestros líderes no siempre logran darse el espacio para pensar de manera creativa y estratégica y como resultado esto se ve reflejado en el modus operandi del resto de los colaboradores de la empresa.
La creatividad que nos lleva a innovar solo nos encontrará si nosotros le damos el espacio. Como dijo Picasso, “que tu musa te encuentre trabajando”.
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