Nadie duda de que en el Perú la igualdad de oportunidades es un mito; tampoco que gran parte de la población vive en condiciones de extrema vulnerabilidad. Algo hay que hacer y desde hace mucho tiempo. No discrepo en el qué, sino en el cómo.
El populismo no es opción. La historia lo demuestra. Los populistas son líderes de distinto color político, que se presentan como los verdaderos representantes del pueblo, y prometen tener la receta mágica para terminar con los problemas de los excluidos y marginados a quienes dicen representar. Nunca definen quiénes son parte del pueblo. Sugieren medidas que suenan bien y, como suelen decir, obvias. En economía nada es obvio.
El populista siempre busca un culpable para explicar por qué no se implementan las medidas correctas. La lista es larga y el populista los califica como los enemigos del pueblo: la clase política (ellos dicen ser diferentes), los intereses creados de las autoridades a quienes no les importa el pueblo, los bancos, las empresas, los extranjeros que vienen al país y un largo etcétera. Perú requiere reformas institucionales, pero los populistas solo quieren aprobación y culpar a otros. Ya verán qué hacen después.
La economía tiene límites. ¿Quiere identificar a un populista? Pregúntele cómo se financiará su iniciativa. ¿Quién paga? Luego pídale que le explique las consecuencias no deseadas de su propuesta. Pongamos un ejemplo. Digamos que se aumenta el presupuesto a educación a 10% del PBI. Aplausos. Apliquemos el método. ¿A qué sector le van a quitar dinero para poder colocar más en educación? ¿Quién pierde? Ya ni siquiera pregunto por qué 10% y no 12% o 9%, porque tampoco se entiende de dónde saldría el número. ¿Y cómo se va a usar ese dinero? Si no se hacen reformas y se mantiene el sistema educativo tal como está, no podemos esperar resultados distintos. El dinero es un insumo, pero no es el determinante de una mejora educativa. Lo que importa no es cuánto dinero pongas, sino el impacto sobre los estudiantes en cuanto a su comprensión lectora y operaciones matemáticas, de acuerdo con su grado de estudios. La clave está en el impacto, no en el insumo.
Y aquí viene la otra pregunta a un populista. ¿Tiene usted evidencia empírica que demuestre que destinar 10% del PBI o congelar precios va a lograr los resultados deseados? ¿En cuánto tiempo? ¿Quién y cómo lo gastaría? Si seguimos gastando de la manera como lo hacíamos, no habrá ningún resultado distinto.
En 1985 se implementaron este tipo de medidas. En un inicio, aplausos al típico populista. Poco tiempo después, el peor caos de la historia económica. No entender que existen límites a lo que se puede gastar y que tenemos que ser claros con los efectos no deseados (lo que no se ve en el corto plazo) caracteriza al populista.
Insisto: aclarar esto no significa que no importe el bienestar de los excluidos. Al contrario: justo porque nos interesa que aumente la calidad de vida de todos es que no podemos caer en esos experimentos. Dondequiera que se hayan aplicado, han fracasado.
COMENTARIOS
DEJE SU COMENTARIO
La finalidad de este servicio es sumar valor a las noticias y establecer un contacto más fluido con nuestros lectores. Los comentarios deben acotarse al tema de discusión. Se apreciará la brevedad y claridad.