En Puno, a las 9am del día 8 de diciembre todo estaba tranquilo, pero si conversabas con algunos líderes te decían lo mismo, “Castillo fue traicionado, qué pena que cayó, ese Congreso hace rato quería sacarlo, volvió a ganar Lima…”
Incluso ayer en la noche se escucharon los gritos de algún borracho con la arenga “¡¡Guerra Civil!!”… Todo sigue tranquilo, siendo honestos, pero hay algo en el ambiente que se calienta.
El punto es que a esa narrativa “de derrota del pueblo” bastante convencida, le debemos sumar un segundo elemento crítico: la estrategia harto conocida, pero siempre indignante, de los líderes de izquierda, como Vladimir Cerrón por ejemplo, quien minutos después del mensaje a la nación de Castillo, le quitó su respaldo, pero tres doritos después, fue capaz de decir que ayer el Congreso perpetró un golpe de Estado y le quitaba su respaldo a la presidenta.
Sus palabras solo confirman lo que ocurre cotidianamente: él y sus camaradas, más o menos radicales, no tienen ningún escrúpulo en afirmar algo y luego lo contrario, simplemente según lo que requiere su estrategia. Su pragmatismo, de esta forma, no tiene contrincante, porque ellos pueden mentir, cambiar de bando, delinquir, agitar la violencia o acomodarse dentro de la “legalidad” según les convenga, mientras que del lado institucional, nada de esto es una opción.
Así, como Vladimir Cerrón, en redes ya aparecieron varios con un discurso similar: “Castillo rompió las reglas, pero el Congreso dio un golpe de Estado, Dina gobernará con la derecha golpista y por lo tanto, el Congreso se debe cerrar, y se debe convocar a nuevas elecciones o a una asamblea constituyente”.
¿Qué esperar y qué hacer? En primer lugar, las marchas ya empezaron. Habrá marchas, paros, bloqueos y manifestaciones con discursos mezclados: a favor de Castillo, en contra del Congreso, en contra de Dina, a favor de la Asamblea Constituyente, etc. Esta es la narrativa victoriosa. Ayer ganó la ley, no la narrativa, recuérdenlo.
Y estas manifestaciones deben ser tratadas de forma inteligente por las instituciones y las fuerzas del orden, pero ameritan algo esencial: Dina no puede olvidar las buenas estrategias de sus antecesores: en paralelo a reunirse con Adriana Tudela y Norma Yarrow, debe activar rápidamente diálogos con sindicatos, líderes regionales, ronderos, asociaciones de base y colectivos que antes eran favorables a Castillo.
En segundo lugar, ante tanto líder acomodando su discurso y queriendo volver a desestabilizar al país, nos toca -ademas de evidenciar esta hipocresía- seguir narrando los hechos con información de calidad en regiones, no en Lima, dando una mirada alternativa de lo que ha ocurrido, no binaria, sino propositiva y empática. La estabilidad de las regiones son el objetivo.
Debemos sumarnos a la lucha por las reformas constitucionales, a la lucha porque los servicios públicos y la inversión se activen de nuevo en todo el país, a la lucha de las regiones, que no es ideológica, sino de trabajo, bienestar, seguridad y oportunidades. Y asumir cualquier tema de debate en este marco, con este enfoque.
Tenemos que aprender que las izquierdas progresistas, de corbata sobretodo, pueden mentir, utilizar al pueblo para sus agendas, cambiar de discurso, cambiar lealtades, negarse a sí mismos, y romper cualquier lógica con tal de sostener decididamente su lucha por el poder, y esto hay que detectarlo y evidenciarlo, sabiendo además que tenemos algo a nuestro favor: el pueblo no es progresista en el sentido ideológico, burgués y urbano, el pueblo es realmente progresista, emprendedor, capitalista, amante de su familia, su tierra, sus tradiciones y religiosidad. Los radicales o ideologizados son la minoría.
Lo que políticos y líderes de centro deben entender, además, es que no podemos ganar una batalla política o de narrativas solo con la verdad, el respeto a la ley, la lógica lineal y pulcra, el protocolo aburrido, el mensaje frío en algún edificio antiguo del centro de Lima. Espero Dina Boluarte entienda esto.
La batalla política se debe ganar en la cancha, con audacia, con las bases, en el campo, entendiendo que el pueblo está mucho más de nuestro lado que del lado progresista urbano de Mendoza, o de la izquierda comunista de Cerrón.
Ayer solo ganó la ley, y esto no es nada. Esto se puede volver inestable y caótico en breve. La narrativa sigue siendo anti empresa, anti libertades, populista y socialista, pro asamblea, pro patear el tablero, pro comprar con dinero, obras o puestos en el Estado a sindicatos y colectivos informales. La batalla es de muy largo plazo.
En la cancha política, Boluarte, el Congreso, las fuerzas del orden y las instituciones tienen que ser inteligentes para ganar esa tregua que buscan, proponer reformas y reactivar la economía. En la cancha de la narrativas, aquí hay varias ideas. Sigamos trabajando por construir un país con identidad, único, original, en paz, rico, próspero, todos los días, cada cual desde su rol y propósito.
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